SE PASÓ LA EXISTENCIA
Se pasó la existencia sofocando
las quejas y recelos contra el hombre.
Él es el creador, le habían dicho,
tú eres débil, inculta, desvalida,
necesitas su empuje y su cuidado.
Le descargó en los brazos
su equipaje de ideas,
sus deseos,
su horizonte nuboso
y una fotografía amarillenta
de un muchacho con el que había soñado.
Y segundo a segundo,
instante tras instante, silenciosa,
caminó por un delgado cable
sobre un abismo de posibles errores.
Llorar lloraba sola
y si un día gozaba
ahogaba sus gemidos en la almohada.
Aprendió a consentir sus extravíos,
y buscó el beneplácito
en el imperceptible guiño de sus cejas.
Descifrando resoplidos y risas,
permaneció a la sombra de su hombría.
Anduvo entre pucheros y bayetas,
parió cuando era hora
y se secó su vida suavemente,
sin apenas notarlo.
Sólo al final,
desnuda ya de deberes y encargos,
miró allá adentro, en su nada infinita,
el transcurso anodino de los días
y comprendió sin miedo a equivocarse
que su simple presencia
había puesto en marcha un universo.