LA VOZ DE TODO UN PUEBLO



Recorrí los caminos de mi tierra

hollando con mis pasos sin saberlo

tantas vidas hundidas en el barro.

Tanto dolor, humillaciones tantas,

tanta sangre vertida,

tanto silencio impuesto.

Y al oído los muertos me dijeron

que la aciaga victoria

fue mucho más amarga que las bombas,

más despiadada y cruel que la contienda.

Los llamaron rebeldes

aquellos que acallaban con las armas

la voz de todo un pueblo.

 

Intentaron ahogar el pensamiento

enterrándolo bajo la tierra yerma

sin saber que hay clamores que levantan al viento

mil voces que creyeron silenciadas.

Y los muertos gritaron al unísono

que hay que volver la vista a la memoria,

honrar a los caídos y olvidados,

masacrados con furia incomprensible

solo por defender la ley y la justicia,

que hay que escuchar después de tantos años

la voz de todo un pueblo.

 HACE YA MUCHO TIEMPO


Hace ya mucho tiempo me dijeron

que yo pertenecía al sexo débil.

Tenía que buscar un protector,

una mano segura que guiara mi vida

a través del peligro y, por supuesto,

que fuera un elemento

de esos que integran lo que han dado en llamar

el sexo fuerte.

 

Y pasaron las hojas de un montón de anuarios

y los vi silenciar lágrimas y sollozos.

Los vi despedazados por el miedo,

desconcertados por no entender nada,

fingiendo una entereza de la que carecían,

escondiendo temores y aprensiones

por no ser despreciados ni anulados

por aquellos que dictan actitudes y normas.

 

No llores, les decían desde niños.

El llanto, la emoción y la ternura eran sensiblería

y eso estaba prohibido si eras un hombre íntegro.

 

Aún no lo tengo claro:

quizás el patriarcado destrozó más al macho

que a la hembra.