EL ENGAÑO


 

       Ayer por la mañana tuve una de esas sensaciones, no demasiado raras en mí, en que la visión de la unidad se manifiesta claramente. Me vi niña y adulta a la vez, burlando la secuencia del tiempo.  Luego, por la noche, vi unos capítulos de la serie DARK. Nadie me había hablado de ella ni sabía de qué trataba. Y hablaba de lo mismo: de un tiempo simultáneo donde pasado, presente y futuro fluyen a la vez. Y comprendí que es nuestra mente la que elabora la trampa: Recordamos el pasado y olvidamos el futuro. 
         
         Si supiésemos lo que va a ocurrir, la vida perdería todo su sentido.

Y YO SEGUÍ APLAUDIENDO



Aplaudí vehemente sin saber que la muerte
se ocultaba tras telas de colores,
mientras que junto a mí brujuleaban
mil súcubos e íncubos ocultos por caretas de sonrisas.

Aplaudí vehemente queriendo con el ruido
despertar las conciencias,
sin comprender que solo era posible variar el mañana
si millones de manos acompañan tus palmas.

Y casi sin notarlo
paseé entre las tumbas y conté los difuntos,
que marchaban deprisa para coger su sitio
en las rebajas de grandes almacenes.
Cubiertos de ceniza, se atropellaron torpes en la entrada
 perdiendo los cerebros y alguno de sus miembros.

Y yo seguí aplaudiendo vehemente.
Y casi sin notarlo dejé de recordar el futuro
y la existencia se me antojó digna de ser vivida.



(De mi novela, aún inédita, "La Danza del Espíritu")



"Para que funcione el sistema que nos han impuesto, es necesario que las personas dejen de pensar de forma coherente. Es una enfermedad que viaja de una generación a otra. Si la gente recuperara la coherencia, no podría aceptar lo inaceptable." 

A LUIS EDUARDO AUTE




Recuerdo aquellas tardes en tu estudio.
Se nos colaba un sol de primavera
por el balcón de tu casa en Rosales.
Tenías la belleza de un héroe del Olimpo
al rasguear las cuerdas de tu vieja guitarra.
Desde múltiples lienzos la hermosura materna
observaba nuestras charlas impúberes
y la ciega esperanza en un futuro
que despejara sombras de aquel largo presente,
que oscurecía abriles e ilusiones.

Yo andaba enamorada de un muchacho
al que tú retratabas, utilizando pardos y morados.
Pero nada más lejos de la melancolía
de una Semana Santa sin canciones.
Mientras sobrias familias recorrían
los túmulos marchitos de terciopelo oscuro
y los niños sonaban sus carracas,
nosotros ideábamos locuras, hundiendo las pupilas
en el verde horizonte del Parque del Oeste.

¿Adónde has ido, Edi, en otro abril robado?
No sé por qué se empeñan en trocarme en adioses
 un mes del calendario donde brota la vida.
Y sin embargo ninguna despedida es para siempre.
En LA BELLEZA de tu actual Olimpo,
A LAS CUATRO Y DIEZ o AL ALBA eterna,
seguirás rasgueando tu guitarra.




  SOY

(JORGE LUÍS BORGES)




Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.