Y YO SEGUÍ APLAUDIENDO
Aplaudí
vehemente sin saber que la muerte
se
ocultaba tras telas de colores,
mientras
que junto a mí brujuleaban
mil
súcubos e íncubos ocultos por caretas de sonrisas.
Aplaudí
vehemente queriendo con el ruido
despertar
las conciencias,
sin
comprender que solo era posible variar el mañana
si
millones de manos acompañan tus palmas.
Y
casi sin notarlo
paseé
entre las tumbas y conté los difuntos,
que marchaban
deprisa para coger su sitio
en
las rebajas de grandes almacenes.
Cubiertos
de ceniza, se atropellaron torpes en la entrada
perdiendo los cerebros y alguno de sus
miembros.
Y yo
seguí aplaudiendo vehemente.
Y
casi sin notarlo dejé de recordar el futuro
y la
existencia se me antojó digna de ser vivida.
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