A LUIS EDUARDO AUTE
Recuerdo
aquellas tardes en tu estudio.
Se
nos colaba un sol de primavera
por
el balcón de tu casa en Rosales.
Tenías
la belleza de un héroe del Olimpo
al rasguear
las cuerdas de tu vieja guitarra.
Desde
múltiples lienzos la hermosura materna
observaba
nuestras charlas impúberes
y la
ciega esperanza en un futuro
que despejara
sombras de aquel largo presente,
que
oscurecía abriles e ilusiones.
Yo
andaba enamorada de un muchacho
al
que tú retratabas, utilizando pardos y morados.
Pero
nada más lejos de la melancolía
de
una Semana Santa sin canciones.
Mientras
sobrias familias recorrían
los
túmulos marchitos de terciopelo oscuro
y
los niños sonaban sus carracas,
nosotros
ideábamos locuras, hundiendo las pupilas
en el verde horizonte del Parque del Oeste.
¿Adónde
has ido, Edi, en otro abril robado?
No
sé por qué se empeñan en trocarme en adioses
un mes del calendario donde brota la vida.
Y
sin embargo ninguna despedida es para siempre.
En LA BELLEZA de tu actual Olimpo,
A LAS CUATRO Y DIEZ o AL ALBA eterna,
seguirás
rasgueando tu guitarra.
RECORDANDO A EDI
ResponderEliminarCuando el adios abre la puerta de la memoria se convierte en un saludo de bienvenida a una cámara secreta donde encontrarse. Un abrazo, Luz.
ResponderEliminarAl amigo nunca se le pierde del todo, querida mía. Un beso.
EliminarPrecioso
ResponderEliminarGracias, May, querida.
ResponderEliminarBello homenaje. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarOtro abrazo, amigo mío.
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