EL LUGAR DE LAS COSAS INVISIBLES

    
        Desde que se fue para siempre de nuestro lado pasé muchas noches soñando con ella. La veía tan hermosa como cuando vivía, me contaba historias, me preguntaba por familiares y amigos, me decía que estaba bien – aunque no precisara dónde – o compartíamos ambas extrañas aventuras. El despertar era duro porque yo siempre terminaba creyendo que su vuelta era real. Luego, poco a poco, los sueños se fueron espaciando, siendo sustituidos por la torturante sensación de que su rostro comenzaba a borrarse de mi memoria.

            Por eso aquella noche, al verla, me dije que esta vez no me dejaría engañar. La nostalgia por ella había elaborado en mi mente una nueva alucinación onírica. Estaba preciosa, su belleza y juventud se habían intensificado a pesar de los años transcurridos. Sonreía feliz y cuando repetí tozudamente que aquello era un sueño, ella afirmó con suavidad: “No es un sueño, mamá, no es un sueño”.

        La acompañaba una pareja, hombre y mujer desconocidos que corroboraron lo que ella decía. Tanto insistieron los tres que al final me convencieron. Me sentía tan feliz. ¡Esta vez era real! ¡Por fin había vuelto! Su ausencia había sido larga y dolorosa, pero su presencia sanaba cualquier herida. Mientras me mostraban un círculo perfecto en medio del azul del cielo, alguien dijo: “El lugar de las cosas invisibles”, y como a través de un gigantesco telescopio contemplé un valle apacible brillantemente iluminado.

      Desperté justo en ese momento. ¡Qué estúpida había sido, yo tenía razón! También en esta ocasión la había soñado y lloré con amargura como si hubiera vuelto a perderla. Aún no había amanecido y me sobresaltó la llamada de mi teléfono móvil. Me avisaban de que mi madre, que sufría un ligero resfriado hacía días, había empeorado gravemente durante la noche.

Falleció esa misma tarde. 

Al cabo de un par de semanas inauguré este blog como homenaje a ellas,  mi hija y mi madre, utilizando el nombre de "El lugar de las cosas invisibles".

             

MATILDE CONESA IN MEMORIAM



Hace unos años mi querida, mi admirada Matilde Conesa tuvo a bien participar en la grabación de Mujer del Sombrero con Flor, radioteatro premiado con el Margarita Xirgu. Ni siquiera se lo pensó, era así de generosa. Las personas geniales siempre lo son. Nunca sabrá lo agradecida, lo honrada que me sentí por que colaborara de forma absolutamente desinteresada en esta grabación que se hizo en la Casa de la Radio, creo que en el año 2005, realzando con su voz y su talento mis pobres letras. Gracias, Matilde, amiga del alma, maestra.

Quiero como homenaje y recuerdo a su persona dejar este enlace.


http://mvod.lvlt.rtve.es/resources/TE_SENLANU/mp3/0/9/1347947337990.mp3
LA INVENCIÓN

Estoy triste por no sentir tristeza
de perderte.

Prefería no oírte para sentirte único,
prefería no verte para hacer un bosquejo
de tu alma a mi medida.
Pero hablaste y caíste del Olimpo
con sólo una palabra.
Una simple palabra, una vulgar lisonja
que te arrancó las alas y ahora calzas
unas botas de barro.

Y tus besos aquellos se convierten
en moneda de Judas,
y tus lágrimas fluyen a germinar pasiones
en otros universos.

Y estoy triste por no sentir tristeza
de perderte.

Mi dolor es haberme liberado
de escribir para ti en la madrugada,
mi dolor es que seas la instantánea sin tilde
en el álbum de cromos de la vida.

Te inventé como amante inconveniente
y ahora te he convertido en el virus letal
que nos distrae del tedio.  




BIOGRAFÍA (Gabriel Celaya)




No cojas la cuchara con la mano izquierda.

No pongas los codos en la mesa.

Dobla bien la servilleta. 

Eso, para empezar. 


Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece. 

¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? 

Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero. 

Eso, para seguir. 


¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos? 

La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. 

Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas. 

Eso, para vivir. 


No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. 

No bebas. No fumes. No tosas. No respires. 

¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los no. 

Y descansar: morir.
HA LLEGADO EL MOMENTO




Ha llegado el momento de olvidar los rencores
que empobrecen la vida,
de abrir de par en par las ventanas del alma,
de amar sin condiciones,
uniendo al corazón la mente que distingue y selecciona.

Ha llegado el momento de soltar las amarras
de pertenencias vanas,
hundir en el silencio la alabanza,
sentarse sin temores ni deseos de cara al horizonte,
celebrar la fortuna a carcajadas,
y también es el tiempo de llorar
si es eso lo que toca.

Ha llegado el momento de entender
el trino de los pájaros,
de dejarse caer por la corriente
que arrastra los neveros,
de convertirse en niebla
que sube de la mar en el estío.

Es el tiempo de andar con la inocencia
del niño que dejaste en el camino
y en el instante de un paso diminuto

fundirte en el fulgor que disipa las sombras.