LA INVENCIÓN
Estoy triste
por no sentir tristeza
de perderte.
Prefería no
oírte para sentirte único,
prefería no
verte para hacer un bosquejo
de tu alma a mi
medida.
Pero hablaste y
caíste del Olimpo
con sólo una palabra.
Una simple
palabra, una vulgar lisonja
que te arrancó
las alas y ahora calzas
unas botas de
barro.
Y tus besos
aquellos se convierten
en moneda de
Judas,
y tus lágrimas
fluyen a germinar pasiones
en otros
universos.
Y estoy triste
por no sentir tristeza
de perderte.
Mi dolor es
haberme liberado
de escribir
para ti en la madrugada,
mi dolor es que
seas la instantánea sin tilde
en el álbum de
cromos de la vida.
Te inventé como
amante inconveniente
y ahora te he
convertido en el virus letal
que nos distrae
del tedio.
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