Anagrama para mi amado Cortazar








CORTARÉ RAYA AZUL



            Los bordes del libro estaban doblados y amarillentos y por sus márgenes desfilaban a lápiz diminutas palabras, como hormigas en busca de alimento. Del tipo de: “Cuando mi vida acabe, ¿acabará también ese algo que me vive?” En fin, pura mística. ¿Cuántas veces habría leído la novela? Le gustaba sentirse la Maga y hasta enamorarse algunos días de Oliveira. Elaboraba historias imposibles en su mente y las vertía luego en su diario como si fueran tan reales como la existencia. No, mucho más reales. Su existencia era evanescente como el sueño.
            “Cortaré el horizonte con mis manos, la raya azul que une el mar y el cielo. Y miraré allí dentro, bien adentro”.
            Era la última anotación del diario de Lena. La titulaba: Cortaré Raya Azul. Extraño título. Fecha: 12 de noviembre. El 13 de noviembre entró en el mar, se alejó caminando por entre las olas y no volvió nunca.
            Yo me llevé su libro de Rayuela. Al fin y al cabo, cuando lo presenté, yo mismo se lo había dedicado y a ella le habría gustado que lo guardase.  




EL DETECTOR DE METALES

Espero en el aeropuerto para pasar por el arco de metales. Algunos bromean. Otros se impacientan. Los más aguantan resignados. La humanidad aguarda, como en la vida.
Un hombre explota de pronto, vocifera, ¡es humillante tanta sospecha!, ¿a dónde vamos a ir a parar con tanta protección?, ¡qué sociedad tan absurda!, ¡todo está prohibido, todo legislado, todo previsto!
La gente ni lo mira. Siguen todos con sus conversaciones, con sus bromas, pero yo sé que se sienten incómodos.
En el arco todo pita. Antes de pasar me quito el cinturón, me descalzo. Estoy inquieta.
¿Suenan los malos pensamientos? ¿La codicia, la intransigencia, la negatividad?
¿Suena la rebeldía?
            Atravieso el arco, cercada por el silencio. A mi paso nada pita.
Me hicieron obediente hasta la náusea.

Esperemos que vuelva aquel momento en que el tiempo dio paso al infinito