LOS DÍAS DEL PASADO
de bombas
asesinas y besos suicidados
desde las
azoteas.
Eran días de
acíbar y de libros prohibidos
y de litros de
sangre congelada
en las tapias
de las sacramentales.
Eran días que estaban cubiertos de ceniza,
con el hambre
horadando las esquinas del alma
y los
estraperlistas llenando las alforjas
con pesetas
roñosas y con sueños perdidos.
Eran días
teñidos de sombríos temores,
sólo roto el silencio
por los cantos de iglesia
y los ruidosos
golpes de botas militares.
Sin embargo la
muerte llamaba sólo a otros,
estrenabas
zapatos en domingos de Ramos
y escondías los
dientes para un ratón espléndido.
Rebuscabas
armarios en busca de secretos
de los que
nadie hablaba,
y lo mismo que
Celia le sacabas el brillo con las bragas
a las puertas
del cielo.
Pero a pesar de
todo,
a pesar del
candor y la ignorancia,
a pesar de que
sólo se murieran los otros
y vieras
refulgente la entrada al paraíso,
no querría
volver ni siquiera un instante
a vivir la
mentira de unos días cautivos
que no fueron de vino ni de rosas.
que no fueron de vino ni de rosas.