TOTS SOM BARCELONA


(Con Paco Morán en "El Cochino egoísta", estrenada en el Teatro Barcelona)


       En las décadas de los setenta y ochenta, la Plaza de Cataluña, las Ramblas, Vía Layetana o el Barrio Gótico fueron mi otra casa, mi otra ciudad. Allí estaban mis tiendas: la panadería donde iba con mi niña de apenas dos años, la tienda de chuches, el pequeño apartamento que ocupábamos en la Gran Vía o en los Apartcolón, cerca de la catedral.

       Cada función estrenada en Madrid se llevaba después de unos meses a Barcelona y allí iba yo a encontrarme con amigos de toda la vida, que me buscaban el alojamiento que ocuparía mientras actuaba en el teatro Barcelona, ya desaparecido, en el Grec, o en el Poliorama en las Ramblas. Los trágicos acontecimientos del jueves me han golpeado como si siguiera siendo vecina de esa ciudad que es de todos.  

       Recuerdo aquella época como una sucesión de momentos felices. Nunca me sentí ajena a sus calles, a sus gentes, a su idioma. Los domingos íbamos al puerto a tomar unas tapas de mejillones en salsa que me encantaban, o a la Plaza de Cataluña para ver cómo bailaban la sardana. Barcelona era esa ciudad abierta y libertaria, donde se notaba menos la dictadura, aún en época franquista.  
        Mientras hacía "No más sexo por favor, que somos ingleses" en el teatro Poliorama, estuve dirigida por José María Loperena y rodeada de compañeros catalanes. Gabriel Agustí era mi pareja en la ficción. Los únicos "madrileños" éramos Erasmo Pascual y yo. A veces Lope, que era como llamábamos cariñosamente al director, nos daba las indicaciones escénicas en catalán. Lo que no entendíamos lo repetía en castellano sin ningún conflicto, entre risas. No comprendo ahora el disgusto que muchos se han llevado porque Puigdemont o Colau hayan hablado en su lengua en un momento tan terrible.

        Todos somos Barcelona, todos somos esa ciudad acogedora, hermana, solidaria. No existe diferencia alguna entre ellos y yo. Me reconozco en sus gentes y comparto su dolor como si fuese mío. T'estimo, Barna.
        
HOY QUIERO HABLAR DE TI

                                                                                                                           

(Dedicado a Xandra)
Hoy quiero hablar de ti,
mientras el tiempo aguarda tu llegada,
aunque no exista el tiempo
donde solo el amor te abriga en su regazo.

Mas yo puedo soñarte sin nombrarte siquiera,
tan solo con sentirte,
con inventar tu voz y tus suspiros,
con añadirte un rostro
dibujado al albor de la existencia,


Puedo abrazar tu imagen en mi mente,
aunque sigas gestándote en el claustro materno,
puedo acunarte dulce,
imaginar mil nanas que despierten tu oído.

Puedo, en fin, acercarte
hasta estos labios nuestros atestados de besos,
agradecerle al cielo su regalo,
y calmar la impaciencia de tenerte
soñando con un nombre
que entre todos los seres te distinga.
A PILAR BARDEM



Hay pilares de mármol menos sólidos que ella,
fontanas menos limpias,
y vanguardias que quedan trasnochadas
cuando la ven alzarse en cabecera
reclamando la paz y la palabra,
lo mismo que el poeta,
para los condenados a guerras y silencios.

Es una vieja amiga,
no porque sea vieja,
sino porque su alma es arcana y experta
en detectar desiertos de soledad y de hambre,
de justicia y carencias,
de olvidos,
de rincones donde la luz no entra.

Imposible olvidar
que fue mi compañera en una fecha
destacada hace tiempo en el azul del cielo.
La recuerdo preciosa, tan cercana, tan joven,
y vuelvo a oír su voz cuando decía:
"Cómo te envidio, hermana,
parir es lo mejor".

Hablaba sin adornos un corazón de madre. 
EL ESPEJO



Me llevé el espejo de la abuela
porque allí descubrí mis pechos expectantes
ante el anuncio de la primavera.
Dentro estaban mis lágrimas
de algún amor impúber,
desayunos con churros
y un familiar secreto descubierto
al fondo de una caja de galletas,
oculta tras del hábito de san Francisco
y enaguas de batista muchas veces lavadas. 

Me llevé el espejo de la abuela,
a lo largo del tiempo me acompaña.
Aún guarda en su interior unos pocos momentos
de mi infancia, de besos y silencios,
de versos y castigos.

Me llevé el espejo de la abuela
porque allá, en lo profundo de su azogue  
sigo yo como entonces, cogida de su mano.