LA CASA
Cerramos la cancela de la casa
y dejamos las almas acurrucadas dentro.
Almas niñas, medrosas, apocadas,
unidas al paisaje de los largos pasillos,
de los cuentos de invierno al calor del
brasero,
adheridas a los dibujos árabes del viejo
pavimento,
al hogar de carbón que pulía la abuela
con cepillos de lija.
Y la arena avanzó al ver el abandono
y sepultó los cuartos con su túnica yerma,
el frío heló la risa de las ventanas mudas,
y un vinilo rayado gimoteó canciones de
los Beatles.
Alegres bienvenidas siguieron saludándose
en el recibidor y americanos e indios
libraron sus batallas en el fuerte de
plástico.
Y nuestras almas niñas apretaron los ojos
fingiéndose dormidas para los Reyes Magos,
y supieron que no retornaríamos.
No volvimos la cara
por miedo a convertirnos en estatuas de
sal
y dejamos hundidas en aciaga orfandad
a nuestras pobres almas infantiles.
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