LA DIMISIÓN DEL SOL



¿Y si un día cualquiera el sol no apareciera
por oriente?
¿Y si no despertara ante tanta tragedia
y nos hundiera en una noche oscura y sin estrellas?

Todos olvidaríamos el rumor de las fuentes en otoño,
el canto de los pájaros cuando van a una boda en primavera,
las risas de los niños jugando al escondite en el recreo.

Las hojas suicidadas de los árboles
tapizarían un suelo de muerte,
las mariposas perderían sus tonos
y el mar se atrofiaría en un oscuro lago
al ser abandonado por la luna.

Acabarían los resorts de lujo,
se paralizarían los cruceros,
quedarían desiertas las playas privadas
y nadie montaría en helicóptero.
Los magnates tendrían que contar
sus fajos de billetes bajo la luz eléctrica.

¿Qué mundo es este, amigos, que hasta el sol
debe de estar a punto de negarnos sus rayos
para no contemplar la atrocidad diaria
que gobierna las vidas de los hombres?

¿Qué mundo es este, que hasta la vergüenza
se ha vendado los ojos
para no soportar tanta indecencia?


MI DIOS





No es mi dios ese ojo que todo lo investiga
y que apunta en un libro con las tapas de oro
vilezas y ruindades de las almas perdidas,
de hombres extraviados en un mundo de sombras.

No es mi dios un anciano con las barbas de plata
que ignora la miseria y el dolor de los niños,
que preside batallas y premia generales
y condena con saña si le vuelves la espalda.

Mi dios no tiene nombre, no es Jehová ni Zeus,
no es Alá, Visnú o Shiva
ni los cientos de altísimos inventados por hombres
en noches de penumbra,
en días de agonía,
en momentos de miedo
y en trances de arrebato y de venganza.

Mi dios es prado verde
bañado por el sol de la mañana,
es la sonrisa alegre de los niños
en un día de Reyes,
es la voz del anciano rota por desencantos,
es la luna meciendo las olas en la noche,
es la alegría danzando en mi pecho
cuando el primer "mamá" apareció en tus labios.

Mi dios es todo y nada.
Es un regazo cálido, 
un universo en calma.



IN MEMORIAM


DESCONOCIDA (Angelina Gatell)




Cuando no esté, mirad de vez en cuando
el lugar donde estuve, ese vacío
donde asentó la pena 
sus fortines.

Es muy posible
que en un momento dado, diluida
en el amor que allí dejé
y no supe expresar,
descubráis
-a la luz huidiza de un relámpago-,
a la criatura 
que fui y nunca conocisteis.





¡Buen viaje a la Luz, Angelina!

Un día me vi libre. Con mis ojos anclados
en el mágico asombro de las cosas cercanas,
no veía los muros ni las largas cadenas
que a través de los siglos me alcanzaban la carne.
Mis pies iban ligeros. Pisaban hierba verde.

(De "Mujer que soy". Ángela Figuera)
CENA FAMILIAR




Cenamos rodeados de invitados ausentes
y de algunos silencios que nadie provocaba.

No alternes chico-chica,
calculé al ordenar los puestos de la mesa,
mejor deja los huecos para esos 
que dejaron de ir a fiestas familiares.

Papá reflexionaba en las estrellas que cuando se colapsan
provocan cavidades en el alma del cosmos.
Mamá sostuvo en brazos encantada a su nueva bisnieta.
Mi hermana, embellecida con las flores del tronco del Brasil,
acompañó a sus chicos todo el rato.
Y mi hija, en silencio, sonreía.
El asombro no tiene alcance alguno 
en las almas antiguas.
                                               
                                         No estuvo mal la cena, sin embargo.
Aunque el turrón a veces evocase 
el sabor de las lágrimas.