MOMENTOS

No puedo recordar

dónde quedó la pena acurrucada,

dónde cayó la lágrima inicial

que originó un océano de luto.

Tampoco soy capaz de descubrir

el lugar que ocuparon tus caricias,

qué punto de mi cuerpo inauguró el deleite

al roce de tus manos.

Perfumes infantiles,

risas disimuladas de la abuela,

sorpresas, aprensiones, abrazos imprevistos,

revoloteos de papeles deshechos,

la canción de Paul Anka proyectando su nombre,

tan temprano.

Algún beso robado,

un torrente de lágrimas, empapando la almohada,

la soledad, el miedo,

pero también la dicha inexplicable.

La vida, en fin, resuelta en santiamenes

que caben en un puño, en un suspiro apenas.

La vida tan esquiva.

Quimérica y ficticia como el sueño.


 



LA AUSENCIA









Hoy me inunda hasta el alma

el sabor de la ausencia

en medio de un hogar deshabitado.

Un sabor algo insípido

de obsesivos silencios,

que el ruido de la lluvia

no consigue romper

ni tampoco los ecos

de voces que no existen.

Y en el centro de todo

su imagen anunciando

esa vuelta imposible de la nada.

 






NO LO ENTIENDO



¡No lo entiendo!, grito

y mi queja horada la entraña del mundo.

De ese mundo deshecho por el mal y la ruina,

donde matan los que siempre mataron,

incluso por menos de treinta monedas.



No lo entiendo, pero intuyo en la niebla

las palabras que nadie pronuncia,

sellados los labios por miedos arcanos.

Y atraviesa el silencio los trinos de un ave

que guarda el secreto que a mí se escapa.



Yo prosigo a través de lo oscuro,

agotada, famélica, a tientas,

intuyendo sublimes razones

y sintiendo el vértigo de no saber nada.


 

 

 








HIELO EN MAYO

No hay ansiedad,

solo escarcha

que inunda los recuerdos.

Carámbanos inmundos

extendiendo su manto

sobre el vacío diario.

Tiempo de pies descalzos,

que pasan de puntillas

con dedos agrietados

por el frío de Mayo.



Por el frío de Mayo

castañetean incesantes

los dientes que mascullan

torpes aclaraciones

y confusas preguntas.

Y mis manos vacías

se abren al mundo y piden

que se acaben los hielos,

que vuelva la esperanza,

como aquella de niña

que me quitaba el miedo

y cerraba mis ojos a un odioso presente.

 

AQUÍ ME TIENES

Aquí me tienes aprendiendo a olvidarte

en medio de una casa

que aprovecha la noche

para expandir sus límites.

Eterna travesía por oscuros pasillos,

en un gélido abril

que es maldito sinónimo de ausencia.

Y luego, en la mañana,

 los pájaros se callan asombrados

por que ya no comentas sus gorjeos,

y preguntan bajito que adónde te has marchado.

Y se instaura el silencio

 como un acompañante lenguaraz

 que vaticina daños y perjuicios sin cuento.

Qué distinto el silencio

de tus labios unidos a los míos por calles solitarias,

mudadas en radiantes avenidas.