¿UNA MUJER LO PUEDE ABRIR? 

Hace sesenta años, tenía yo diecisiete, le conté a una amiga mi proyecto profesional de futuro. Me contestó que ella no pensaba trabajar porque no lo necesitaba. Pensaba hacer lo que muchas mujeres tenían marcado en su ADN: casarse y tener hijos. A mucha gente le sonará raro, pero la mujer no podía alquilar, comprar un piso o firmar un contrato sin que la apoyase la firma de su marido. Las féminas en solitario no teníamos capacidad legal para nada y parece que ahora hay especímenes que quieren devolvernos a aquel pasado. Después del "algo habrá hecho ella", cuando un hombre asesinaba a su mujer, "es que van provocando" o "eso se arregla con una buena bofetada", hubo el dictamen de un juez que solo vio "jolgorio" en una violación grupal. Toda la sociedad pareció ponerse de parte de las víctimas, incluso cuando en un colegio mayor se corearon cánticos inadmisibles y machistas y expulsaron del centro al impulsor de todo aquello. Fue otro engaño. Después de mes y medio, el alumno ha sido readmitido convirtiendo la expulsión inicial en un burdo paripé. Y llegamos al momento actual en que asistimos a un espectáculo nauseabundo en el Congreso. Diputadas de la derecha ultra y de la extrema derecha eligen como blanco de sus ataques a la ministra de Igualdad, Irene Montero, por la Ley del solo sí es sí. Una Ley que ha sido votada por más de doscientos diputados y ha pasado todos los trámites legales del Senado y la Judicatura. ¿Acaso no se leyeron la Ley los responsables de aprobarla o es la fatal estrategia de criminalizar a una mujer feminista, joven y por ende de izquierdas? Soy consciente de que el patriarcado no está dispuesto a dejarse arrebatar sus privilegios, pero llevamos casi dos siglos luchando y no podemos perder lo que tanto trabajo ha costado. Hay quien dice que el Ministerio de Igualdad no sirve para nada. A la vista de los furibundos ataques que sufre Montero me parece más necesario que nunca. La han convertido en la víctima de un odio despiadado, pero el ataque se extiende a todas nosotras. Hay que apoyar a la ministra sin fisuras. Por dignidad, por justicia, por sororidad. Están en juego los derechos de todas.

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¡OH, CAPITÁN, MI CAPITÁN!


¡Oh, capitán, mi capitán!,

canto como Walt Withman

mientras me pongo en pie.

Y querría que el canto levantase

a los seres ineptos que sestean,

olvidados del mundo y de su propia honra.

 

¡Oh, capitán, mi capitán!,

se oye el eco de voces militantes,

y no es canto de guerra

sino de paz eterna y venturosa.

¡Levántate y camina, compañera!

 La tierra te suplica desde lo más profundo

que empuñes la guadaña

y siegues todo aquello que oscurece

la llama en las pupilas infantiles.

 

Y os reclamo a vosotras, mis hermanas,

porque por fin rompimos las cadenas

que nos aprisionaban.

El futuro ya es nuestro,

nuestro y de nuestros hijos

que alzarán imbatible la razón como arma.

La espada la olvidamos en su funda sangrienta

y en las manos del bárbaro asaltante.


 

 



VOLVER

 

Si volviera de pronto al vientre de mi madre,

e iniciara el camino sabiendo de antemano

cuántas veces iba a caer en tierra,

herida y desolada;

si al contemplar tus ojos, me dijera bajito

"esto ya lo he vivido",

circundada otra vez por tu mirada,

¿daría media vuelta

o me sumergiría de nuevo en el peligro?

 

Ten por seguro, amigo de mil vidas recorridas,

que la memoria nunca fue candado,

que mis huellas son semilla de vida

fijadas para siempre en mi destino.

Y si quizá mis pies encuentran

al azar algún desvío,

y me pierdo por sendas ignoradas,

recorreré en silencio y a tientas la espesura,

y volveré al hogar,

a la llama caliente de tu pecho.

MADRID NO ERA UNA FIESTA





Lo peor no es perder la memoria
sino que mi pasado no se acuerde de mí.
(Luís García Montero)


Madrid no era una fiesta, era herida sangrante

que el paso de los años no había cicatrizado.
Las casas conservaban las huellas de las bombas
y espectros caminaban de la casa al trabajo,
del trabajo a la casa,
en un silencio desesperanzado.

Madrid no era una fiesta y aún se lamentaban
las luchas desiguales entre hermanos.
Se evocaban las horas congeladas, hambrientas,
y el temor a la muerte rondando los portales.

Madrid no era una fiesta, era herida sangrante,
no era ciudad de triunfos, ni de risa o limosnas.
Madrid era un lugar de injusticias y hambre,
de pérdidas, mutismo, de miedo y amenazas.

Era triste el camino que llevaba al colegio,
eran días oscuros como boca de lobo,
era el frío agarrado a unos pasos pequeños,
pero nada importaba
pues lucía la niña entre sus manos
la hucha más hermosa del colegio.

Pedía la pequeña alegre por el Domund,
exhibiendo la testa de un indio con penacho.
Reclamaba monedas para pobres infieles,
para seres salvajes sin dios, patria o decoro.

No podía entender qué es ser súbdito o amo,
pues no había lección que explicara esos términos,
ni nadie le contaba que los buitres no habían abandonado
las tapias desoladas de nuestros cementerios,
ni que la guerra seguía soterrada en los cimientos mismos
del común inconsciente que llaman colectivo.

Madrid no era una fiesta, pero la niña a todos dirigía
su musical salmodia:
es para las misiones, señor, señora, aguarde,
¿no quiere usted ayudar a los infieles?

Y uno de los espectros, convertido en esclavo,
se cruzó con la niña,
primoroso uniforme,
zapatos relucientes e ilusión en el rostro,
y devolvió el fantasma los golpes recibidos
contra el indio de barro,
símbolo de sotanas y atropellos.

Madrid no era una fiesta y sobre el encintado
quedó el llanto infantil, unas pocas monedas
y la hucha destrozada de un indio con las plumas de colores.
Un compendio perfecto de la historia de España.



 






EN MI MENTE

 

Oculta en ese libro de mi mente,

tras albas y crepúsculos sin cuenta,

sigues inalterada e inalterable

como el pétalo intacto de la rosa.

Tan suave y sensible.

 

No sé para qué escribo.

Quizá es que atesoraba mil historias,

cuentos para tu oído,

secretos escondidos en lo oscuro del alma

y que ahora ya no importa revelarte.

Al fin y al cabo, todo lo descubrías.

Porque tú, niña mía, naciste maga, alerta,

despierta cual sibila omnisapiente.

Y tengo por seguro que un ángel indiscreto,

caminaba a tu lado,

susurrándote los miles de misterios

que son desconocidos para gente

 que vive a ras de tierra.

 

"Yo voy a morir joven",

escribías con unos pocos años

en la rayada plana de un cuaderno.

Yo voy a morir joven.

¿Escribiste al azar esas cinco palabras?

¿O pudiste asomarte a la esquina del tiempo

para ver el futuro?

 

Lo que quizá no viste, niña mía,

 fue el descalabro de aquel nuestro universo 

creado en el albur de un trágico episodio,

que divorciaba el antes y el después.

y los hacía hostiles para siempre

en la mente de muchos.

En mi mente.