EL AMOR ELIMINA LAS BARRERAS QUE SEPARAN LOS DISTINTOS UNIVERSOS.
A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS.
El lugar de las cosas invisibles es el baúl donde guardamos lo ininteligible, lo recóndito: Sentimientos, deseos, dudas, momentos que pudieron ser y no fueron, instantes que no se ajustan a la lógica cotidiana. Aquello que solo puedes ver con los ojos del corazón.
A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS.
Secreta visitante, oculta entre las alas de la noche,
las saetas doradas se colocan y
anuncian tu llegada.
No
conozco tu rostro y ya es eterno,
no he
oído tu voz y entona el más armónico aleluya,
tu
sonrisa es un arco de delicias
y tus
brazos abarcan todo el orbe desde un lecho de plata.
Tu aroma
de inocencia inunda los rincones del abuso
y las
torres repletas de cálculos mohosos
se
deshacen por las alcantarillas polvorientas.
Los
negros ascensores,
que
descienden veloces al fondo del averno,
sepultan a las sierpes y parásitos bípedos.
Depósitos
de odio explotan en burbujas
y
circulan por la fraterna senda del cariño
que borra
de impurezas los confines del tiempo.
Va
saliendo la aurora que anuncia un nuevo día.
Yo sé que Ellas te guardan.
POESÍA ERAS TÚ
Poesía eras tú, que diría el rapsoda.
Deslumbrabas las dunas con tus ojos,
alfombrando de flores el desierto
al ritmo de tus pasos.
Poesía eras tú,
y la belleza te acogió en su seno
coronándote un alba permanente
y un concierto de crótalos.
Era tanto el fulgor de tu persona
que volviste temprano
al reino de los dioses.
Y mi
alma no cesa de buscarte.
Sin
descanso, famélica, arañando el recuerdo,
voy
de la encina vieja a los ojos tempranos
que
ciegan con su luz cargada de esperanza.
No
conociste el odio y te raptó la luna.
Yo
pago tu rescate acumulando lágrimas.
LAS SIN PENDIENTES
Los arquetipos femeninos de mi infancia son mis abuelas. La materna, enfrascada siempre en la lectura de novelas de amor, quizá para neutralizar el recuerdo de un matrimonio por demás lamentable. La abuela paterna, analfabeta, luchadora e ignorante de la fuerza titánica que guardaba en su interior, mujer condenada a abrirse camino en la vida en solitario.
A las mujeres nos marcan nada más nacer. Hacen agujeros en los lóbulos de nuestras orejas, por otra parte una costumbre bastante bárbara. A los dieciséis años prescindí de los pendientes y cuando nació mi hija me negué a taladrarle la tierna piel, a pesar de las recomendaciones de familiares femeninas. Ahora, hombres y mujeres se agujerean el cuerpo alegremente y nadie les obliga, es solo una opción estética.
Nunca pensé que mi decisión de prescindir de los pendientes tuviese un trasfondo feminista, pero el otro día tuve ocasión de ver un documental sobre las "Sin Sombrero" y comprendí que a veces nuestro inconsciente va más lejos que nuestra propia realidad.