Empezaba a estar cansada de
aquella investigación. Había indagado en la vida de múltiples parejas,
intentando encontrar unos futuros padres. Pero a veces una pequeña mentira de la
posible madre o un gesto de desprecio del padre bastaba para que fueran
descartados. Actitudes hipócritas o reacciones violentas promovían
inmediatamente su rechazo. Buscaba a dos personas coherentes, responsables en
todo momento, y se daba cuenta de que quizá eso no existiera. Le traía sin
cuidado la posición social, la raza o la belleza de ambos, pero no estaba
dispuesta a transigir con la más mínima falta de integridad. Para acometer la
labor de educar a un hijo le parecía indispensable la honestidad. La vida de
cualquier individuo dependía de las enseñanzas recibidas en su infancia.
El tiempo no tenía secretos para ella. Desde una posición privilegiada podía
contemplar acontecimientos que aún no se habían producido. Y viajando a lo
largo y lo ancho de un mundo del futuro descubrió de pronto a aquel ser. Le parecía que lo conocía de
siempre. ¿Había coincidido en otras ocasiones con él? Exactamente no lo
recordaba pero, al contemplarle, un enervante sentimiento de amor recorrió su
alma y sus dudas se desvanecieron como por ensalmo. Proximidad, se dijo. Era lo
único que necesitaba para volver a estar junto a él.
Y
se hundió en aquel vientre que la esperaba acogedor, de forma incondicional. Y mientras se configuraban sus células, comprendió que el amor podía corregir
cualquier carencia, cualquier error, cualquier adiestramiento equivocado.
Y, solo para encontrarle, volvió a la vida.
2ª Parte de "La elección", (6 de febrero de 2013)
Y, solo para encontrarle, volvió a la vida.
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