DESPUÉS DE SU ESCAPADA
Después de su escapada
es capaz de aceptar todas las muertes.
Sin entender el juego de la vida
observa su girar atentamente.
Nacer para morir,
morir para nacer en un suspiro.
Se despereza el brote de la primavera,
se deshielan los fríos,
los trinos de mil pájaros estallan,
el torrente deslumbra al sol nacido.
Todo palpita y corre hacia su ocaso
alegremente, sin ningún cuidado,
un juego divertido de escondite,
la eterna pirueta de los hados.
¿No piensa la amapola?
¿No siente nada el ave?
¿No lamenta la flor durar tan poco
ni llora el árbol sus desnudas ramas?
Puede el polluelo estrenar plumas
nuevas
y ser distinto el llanto del nacido,
presumir la paloma del primer aleteo,
o el pequeño león ensayar su rugido,
puede el frutal exhibir su trofeo
del dulce adorno para él desconocido.
Mas todos se equivocan.
Han olvidado su paso por la vida
con diferentes ropas y sonidos.
Es el mismo polluelo el que se esfuerza
con nuevo brío a perforar el huevo,
el mismo niño el que absorbe asombrado
el eterno fluido de unos senos,
el mismo hielo se transforma en agua
y el mismo sol renace cada día.
Todo muere y despierta,
y aun dormida, la vida
en lo más hondo de la tumba alienta.
¿Cuántas veces sus pasos
hollaron los caminos?
¿Cuántas veces su coche
patinó en un descuido?
¿Cuántas veces sus lágrimas
se mezclaron con risas,
o contempló aquel rostro
largos meses soñado?
Ella está aquí y ha cerrado los ojos para
siempre,
se va ya y no ha nacido.
Después de su escapada
es capaz de aceptar todas las muertes.
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