DESEOS



Quisiera yo gritar y que mi grito
pusiese boca arriba la indecencia.
Quisiera ser la gota que rebosa el océano
para limpiar la tierra de excremento.
Quisiera ser cadáver que desborda las tumbas
y detener así los genocidios.
Quisiera ser la luz que devuelve la vista
a quien tiene por patria la ceguera.
Quisiera ser memoria para olvidos tenaces
e insomnio pertinaz para la indiferencia,
y un sol nuevo para tanta penumbra,
y lluvia de un maná que sacie para siempre
el hambre de justicia.


NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO



No digas que fue un sueño,
aunque solo la ausencia
llene ya los rincones de la casa.

Han pasado los días y los meses
y los años, los lustros y las décadas.
Cuando abril fue un enero
 nevó en la primavera un algodón en rama
dulce como los besos de una niña.

Hoy agucé la vista para verla
y me ha dejado ciega la añoranza.
El eco de su voz se confunde en la lluvia
y el brillo de sus ojos
es la primera estrella de la tarde.

Aquel abril, un mes de despedidas,
floreció la tristeza como un sauce
empapado de lágrimas.




IDOMENI


He visto a la verdad desnuda,
 tiritando de frío.

Todos la huyen,
incluso con rodeos interminables,
por no enfrentarse a ella.
ME MORIRÁ PERFECTA



Me morirá perfecta la luz de algún crepúsculo
en el flujo constante que lidera la vida.
Y se clausurará, ya para siempre, el recuadro irrisorio
de aquel espacio-tiempo que abarcó mi existencia.

Más tarde, con el alba, los amigos y deudos
me buscarán sin éxito,
perdida entre las frases de los obituarios.
Será empresa imposible,
pues habré abandonado máscaras y currículum,
medallas y fracasos,
e incluso algún amor que no llegó a cumplirse.

Y ella, la siempre mía, guiará mi viaje allende el universo.
Me fundiré en el magma que gesta los designios
y puede que la encuentre transformada en sirena.


EL CASTIGO




Distraídos en vanos debates
sobre puestos y pactos y luces de colores,
olvidamos heridas que desangran la vida
y gota a gota horadan las conciencias.

No todas las conciencias, por supuesto,
porque hay seres envueltos en brillantes corazas,
que no ven los desfiles de indigentes
ni escuchan los gemidos de este planeta agónico.
Están más ocupados en contar sus activos,
en calcular vaivenes de sus economías.

Me atraviesan el alma tantas muertes inútiles,
tantas simulaciones, tantos acuerdos nulos,
mandatos y encomiendas estériles y vanas
que no sacian el hambre ni el ansia de justicia.

Me aferro a la esperanza de utópicos deseos
pero me hunde el espanto de las guerras,
el feroz espectáculo de un mar ensangrentado,
del miedo convertido en pitanza de peces,
de los réditos ruines de mercachifles varios.

Y sigo boquiabierta
al ver la mansedumbre de los buenos,
del hombre que acarrea la roca como Sísifo
una vez y mil veces hasta el fin de la vida,
sin protestar, callado,
aceptando el castigo de haber nacido pobre.