EL SILENCIO
He tocado a rebato
El lugar de las cosas invisibles es el baúl donde guardamos lo ininteligible, lo recóndito: Sentimientos, deseos, dudas, momentos que pudieron ser y no fueron, instantes que no se ajustan a la lógica cotidiana. Aquello que solo puedes ver con los ojos del corazón.
FISTERRA
ACLARANDO
Ha salido una noticia en el periódico digital Público, que puede conducir a error porque no se explica bien la realidad. Me gustaría que mi carta llegase al diario Público, publicación muy respetable y lejana a la manipulación.
En 1975 los actores paramos los teatros para elegir a nuestros representantes, que hasta entonces el sindicato vertical elegía a dedo. El día de descanso se había conseguido ya gracias a Concha Velasco y Juan Diego. Se creó la comisión de los once: Escuer, Jesús Sastre, Alberto Alonso, Gloria Berrocal, Lola Gaos, Vicente Cuesta, Juan Margallo, Luis Prendes, Jaime Blanch, Pedro del Río y José María Rodero. Había actores de todas las ideologías, no solo de la ORT. Por ejemplo del PCE, motor imprescindible de la huelga. Yo trabajaba en el teatro Maravillas haciendo "Sé infiel y no mires con quién". Cuando volví de la Cuesta de Santo Domingo donde estaba la sede del sindicato y se acababa de votar la huelga, me dijeron que habían quitado el papel a Bárbara Lis porque no quería trabajar y que se repartirían sus frases entre los demás, que por lo visto estaban dispuestos todos a hacer la función. Yo dije que estaba de huelga y el teatro paró. Otros compañeros hicieron lo mismo y la huelga se extendió a los teatros de toda España, rodajes y demás. Fueron nueve días de amenazas y miedo. Hubo cárcel y multas, pero el pulso a la dictadura se había conseguido.
POESÍA ERAS TÚ
Poesía eras tú, que diría el rapsoda.
Deslumbrabas las dunas con tus ojos,
alfombrando de flores el desierto
al ritmo de tus pasos.
Poesía eras tú,
y la belleza te acogió en su seno
coronándote un alba permanente
y un concierto de crótalos.
Era tanto el fulgor de tu persona
que volviste temprano
al reino de los dioses.
Y mi
alma no cesa de buscarte.
Sin
descanso, famélica, arañando el recuerdo,
voy
de la encina vieja a los ojos tempranos
que
ciegan con su luz cargada de esperanza.
No
conociste el odio y te raptó la luna.
Yo
pago tu rescate acumulando lágrimas.