LA GUERRA DE MI INFANCIA




Los míos hablaban mucho de la guerra.
Hablaban del hambre, del frío, del miedo,
de sirenas nocturnas,
de golpes de culata en el portal
y de metralla atravesando las ventanas.

Los míos eran los que habían ganado.
Franco era el salvador, decían las monjitas,
y lo enseñaba un libro: "Formación del espíritu nacional",
asignatura que nunca suspendí.

Los otros, los sin nombre, los condenados rojos
eran malos y ateos y no tenían cara.
Quemaban las iglesias, pero solo en mi barrio
quedaban muchas que no habían quemado.
Yo pregunté por ellos
y me dijeron que ya no había ninguno.

Muchos años después pude enterarme
 de que en aquella época
los buenos continuaban fusilando
para que no quedase ningún rojo. 
REFLEXIONES


Mamá cumplió noventa,
pero por dentro - me decía -
sigo teniendo quince.
A mí me gustan más los treinta
y me he quedado ahí.
Detenida por siempre.
Hasta después de irme.

PENÉLOPE



Mezclas los vocablos como enlazas las hebras de lana,
y surge el dibujo, la trama, la locura crónica,
la manta abrigada,
la derrota última que extravía el alma.

Buscas en los saldos restos de esperanza,
y los venden en tiendas de la milla de oro.
Y empiezas, y acabas, deshaces, hilvanas,
y te plantas delante de aquella patrulla de fusilamiento
que no disparaba.

Y aguardas desnuda de luz y de cielo,
tendiendo las manos en busca de ausencias
y no llega nada.
Y como Penélope, urdes un tapiz
que puede servir para ocultar lágrimas,

mientras cubres tu corto trayecto por la Vía Láctea.

ELLA



Una mujer que llena los confines del aire,
el color de las lágrimas
y el ímpetu de mil alas en tránsito,
nació ayer.

Creció dentro de mí
y me marcó por siempre

con sus velos de eterna primavera.



HEMOS MATADO LA CONCIENCIA
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.
(Gabriel Celaya)
Si todos los que venden sus almas al diablo,
tuvieran un final de fuego como el Fausto,
quizá no habría abusos en la faz de la tierra
ni comida pudriéndose en silos agostados.

Mas la justicia, hermanos, está de vacaciones
en un mundo plagado de ingentes tropelías.
Hemos matado a dios, ha tiempo dijo Nietzsche.
Yo digo que ese hombre, que no es hombre,
ha matado por siempre la conciencia.