HISTORIAS
Me conté mil historias día a día,
noche tras noche como Sherezade
para que distrajeran a la muerte.
Me conté que nacíamos tú y yo
en un mismo hospital deshabitado,
que echábamos a andar, cogidos de la mano,
y aprendíamos el abecé del sexo
jugando a las tinieblas y a los médicos.
Me conté que habitábamos la tierra,
como la sola muestra de la especie
y que los dos quedábamos expuestos a la vida
sin más arma ni don que el de contar historias.
Quedábamos tú y yo,
ya viejos y cansados,
en medio de un paisaje desolado,
impotentes para obstaculizar la apocalipsis.
Y puestos a inventar mil desvaríos,
me conté que aromábamos las calles
y pintábamos risas a la luna,
compartíamos besos para saciar la sed
y escapábamos lejos de este mundo,
retornando al origen.
Y aquí estoy en el punto de partida,
dudando entre volver y no volver
a la vida de nuevo.
Puedo correr el riesgo de no reconocerte
si te encuentro.
Y si no te recuerdo,
tampoco en mí anidará el anhelo
de contar una historia
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