MIRÓ AL SOSLAYO
Miró al soslayo, fuese y no hubo nada,
que diría Miguel, el manco
más insigne,
sugiriendo quizá miradas
altaneras.
Porque hay mucha soberbia
disfrazada de pulcras
encomiendas.
Todo un cúmulo de vistazos sesgados,
que miran y no ven con cruel indiferencia
el inmenso dolor que se
arrastra en la tierra,
tanto llanto callado, formando torrenteras.
No soy nada ni nadie me ha
llamado
a arreglar este mundo
destruido,
pero dejadme que grite mi
disgusto
contra el desinterés
que brota a cada paso del camino.
Dejadme que en un sueño les
devuelva la vista
a aquellos que presumen de
invidentes
para que al fin contemplen
cómo es el desamparo,
los graneros vacíos
y la desesperanza que infecta las heridas.
Dejadme deshacer el hielo de
sus torres
con la mirada ardiente de
tantos invisibles,
que rodeen el orbe en una larga marcha
y llenen de bullicio sus estradas tranquilas.
Caigan las fortalezas de crueles concertinas.
Luzca el piadoso sol debajo
de los puentes.
Vuelva a llover maná en
medio del desierto
y la palabra hermano brote
de las gargantas
que ayer permanecían mudas y
amordazadas.
Y quede clausurada para
siempre,
como una inmunda lacra
perdida en el olvido,
la mirada al
soslayo entre seres idénticos.
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