LA
NOTICIA
El timbre del teléfono
rompió el silencio de una noche cualquiera.
Y su repiqueteo insistente y mecánico
tuvo el eco funesto de tragedias narradas
por augures de tiempos olvidados.
Y aquella alarma arrasó la existencia,
deshilvanó el calor en palpitantes lágrimas
y soterró en cámaras de hielo
mil abrazos de niña consentida
y guiños y festejos y algazaras.
El destino de un brinco
puso cabeza abajo la prudencia
con un impersonal comunicado
y un alarido resonó con furia
en las profundidades de algún mundo fantástico.
Se rompieron los mares,
zozobraron las islas
y se rasgó la bóveda celeste,
dejando al descubierto el fin del universo.
Acabó para siempre el orden lógico
que muestra el calendario,
surgiendo desde entonces
un antes y un después descoyuntados.
Se detuvieron todos los relojes
y la luna exhibió su cara oculta,
mohína y asombrada.
Y todo en un momento.
Todo
con la monotonía de un timbrazo.
con la monotonía de un timbrazo.
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