EL TREN
Viajo en un furgón sin billete de vuelta
como
alma peregrina.
No
veo el exterior,
me
lo impiden los rostros reflejados
en
el vaho nostálgico de las ventanillas.
Rostros
sabios, afines, venerados,
imbuidos
de la serenidad que proporciona
desvelar
los secretos del trayecto.
Hace
tiempo que vi desiertos calcinados
por
absurdos errores,
pero
también me hundí en algarabías
y caminé
por vagones ajenos,
en
una soledad desguarnecida,
viendo
escapar el agua entre mis dedos.
En
feliz coyuntura trastorné voluntades
o me
quedé prendida de pupilas erráticas.
Y me
embrujó la luna,
rozándome
los labios con su escarcha.
Huyo
de la añoranza
y de
las instantáneas disgregadas
por
el efímero mapa de mis células.
Nunca
he buscado aplausos ni apretones de manos,
y
con mucha frecuencia
he
cambiado el long play que conduce mi danza.
Hoy
me acompaña un blues de inasequible olvido,
que
repite te quiero al ritmo de las ruedas
con
un alegre eco de voces infantiles.
No
espero ni acumulo honores ni equipaje.
Confieso
que he vivido, como dice el poeta,
y la
noche callada se aparta de puntillas
para
dar paso al alba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario