LA FOTOGRAFÍA


La imagen congelada de la fotografía
me mira con mis ojos de otro tiempo
y se hace la inocente.
Finge no saber nada
de aquello que le espera.

Y sin embargo busca la muerte en el volante,
la muerte en cementerios,
caídas, atropellos de los que sale indemne.
No hay quien pueda conmigo,
tengo baraka, dice.

Y ríe con mi boca de otro tiempo,
teñida de alegría,
y su gesto, mi gesto de otro tiempo
es pintado con trazos de esperanza.
Ojalá no suceda aquello que está escrito.

Y allá, en lo más profundo de mí misma,
ese ser que carece de ojos y de boca,
ese ser que jamás fue bautizado,
que no tiene raíces y a nadie pertenece
me dice en un susurro:
Tranquila, no te inquietes,
el destino es tan sólo un trayecto de tren
con reserva de plaza,
y ahí tan sólo viaja
la imagen que figura en la fotografía.

  
LOS DÍAS DEL PASADO




Eran días aquellos carentes de memoria
de bombas asesinas y besos suicidados
desde las azoteas.

Eran días de acíbar y de libros prohibidos
y de litros de sangre congelada
en las tapias de las sacramentales.

Eran días que estaban cubiertos de ceniza,
con el hambre horadando las esquinas del alma
y los estraperlistas llenando las alforjas
con pesetas roñosas y con sueños perdidos.

Eran días teñidos de sombríos temores,
sólo roto el silencio por los cantos de iglesia
y los ruidosos golpes de botas militares.

Sin embargo la muerte llamaba sólo a otros,
estrenabas zapatos en domingos de Ramos
y escondías los dientes para un ratón espléndido.
Rebuscabas armarios en busca de secretos
de los que nadie hablaba,
y lo mismo que Celia le sacabas el brillo con las bragas
a las puertas del cielo.

Pero a pesar de todo,
a pesar del candor y la ignorancia,
a pesar de que sólo se murieran los otros
y vieras refulgente la entrada al paraíso,
no querría volver ni siquiera un instante
a vivir la mentira de unos días cautivos

que no fueron de vino ni de rosas.