EL RELÁMPAGO DE LA REVELACIÓN
Quizá son las plantas y las aves las que han encontrado la verdad, las que viven el "relámpago de la
revelación", como llama Herman Hess a la experiencia mística. Ese no
razonar, no juzgar, no calcular, solo experimentar, es lo más parecido al éxtasis.
En
esa soledad no hay pasado ni futuro, sino presente. El tiempo, esa losa pesada
que nos separa de la realidad, se ha refugiado en otro universo, en un mundo
creado por el pensamiento, por los miedos, por la nostalgia y la espera. Un
mundo que ha creado el bien y el mal, la codicia y la generosidad, dioses y
diablos, la vida y la muerte. Todos esos opuestos que maniatan al hombre en un
estrecho cubículo. Un mundo fantasmal, sin duda, habitado por espectros y
totalmente prescindible. Y aunque ese mundo viva en mi
interior, esta mañana de primavera quiero darle la espalda.
Huele a salvia, a romero, a tomillo. Inspiro,
expiro. Lentamente.
Y mis pupilas se tiñen de mil colores. Y me
doy cuenta de que también yo soy prescindible. Y dejo atrás mi nombre, mi
ADN, mi anécdota.
Y en el púrpura de una humilde amapola, soy eterna.