A NORA

Cuando llega la Vida
y compite en colores con la aurora
y despierta pasiones
y forma remolinos en el aire
como el ave que celebra el día,
la poesía calla por inútil
y los malos se ocultan en la sombra
para no despertarla,
para no oscurecer su pecho de cristal.

Y ella, llena de gracia,
ignora todavía que ha llegado,
envuelta entre las plumas de universos felices,
de esos mundos sin tiempo que no inquietan,
que no esperan ni añoran ni deploran,
que viven un presente sin peligros.

Cuando llega la Vida
el sol se pone sus mejores galas
y da la bienvenida a la pequeña Nora.


OTROS TIEMPOS



Vivo en tiempos oscuros
tallados por el hombre en el asfalto.
Tiempos negros de cólera
que cierran cualquier vía de salida.
La madrugada ya no anuncia el alba
y un mirlo tembloroso ha enmudecido.
Es tan intenso el odio, tan vehemente,
que ha trasladado el curso de los ríos,
ha secado las fuentes y ha acallado
las risas de los niños.

Mas hay quien desvanece las tormentas,
quien derriba murallas,
hay quien pinta sonrisas en la luna,
hay quien pide la paz y la palabra.
Es otra circunstancia,
otro posible cuántico aún no revelado,
que llama a las conciencias
y golpea el umbral del intelecto.

Déjalo entrar, alfombra su regreso,
quita los diques y da la bienvenida
al manantial fraterno de una naturaleza solidaria.





IDENTIDAD

Yo sé que muy adentro,
en ese centro oscuro de mí misma,
está esa identidad que se me escapa
como agua entre los dedos de la mano.

Lo sé porque aquel día,
en medio de un suspiro de nostalgia,
llegó de luz, vestido fulgurante,
el añorado hogar que me esperaba.

Y lo perdí lo mismo que se pierde
la infancia en una vuelta del camino.
Y me dejó temblando, extraviada,
como ese gorrión empapado de lluvia,
que no halla nido donde refugiarse.

Camino con el sol hacia mi zenit,
y me pierdo mil veces y regreso
y disfrazo mi busca de entusiasmo.
Ojalá en las mil vueltas y revueltas
vuelva a acertar con la verdad que escapa.




       
TOTS SOM BARCELONA


(Con Paco Morán en "El Cochino egoísta", estrenada en el Teatro Barcelona)


       En las décadas de los setenta y ochenta, la Plaza de Cataluña, las Ramblas, Vía Layetana o el Barrio Gótico fueron mi otra casa, mi otra ciudad. Allí estaban mis tiendas: la panadería donde iba con mi niña de apenas dos años, la tienda de chuches, el pequeño apartamento que ocupábamos en la Gran Vía o en los Aparcolón, cerca de la catedral.

       Cada función estrenada en Madrid se llevaba después de unos meses a Barcelona y allí iba yo a encontrarme con amigos de toda la vida, que me buscaban el alojamiento que ocuparía mientras actuaba en el teatro Barcelona, ya desaparecido, en el Grec, o en el Poliorama en las Ramblas. Los trágicos acontecimientos del jueves me han golpeado como si siguiera siendo vecina de esa ciudad que es de todos.  

       Recuerdo aquella época como una sucesión de momentos felices. Nunca me sentí ajena a sus calles, a sus gentes, a su idioma. Los domingos íbamos al puerto a tomar unas tapas de mejillones en salsa que me encantaban, o a la Plaza de Cataluña para ver cómo bailaban la sardana. Barcelona era esa ciudad abierta y libertaria, donde se notaba menos la dictadura, aún en época franquista.  
        Mientras hacía "No más sexo por favor, que somos ingleses" en el teatro Poliorama, estuve dirigida por José María Loperena y rodeada de compañeros catalanes. Gabriel Agustí era mi pareja en la ficción. Los únicos "madrileños" éramos Erasmo Pascual y yo. A veces Lope, que era como llamábamos cariñosamente al director, nos daba las indicaciones escénicas en catalán. Lo que no entendíamos lo repetía en castellano sin ningún conflicto, entre risas. No comprendo ahora el disgusto que muchos se han llevado porque Puigdemont o Colau hayan hablado en su lengua en un momento tan terrible.

        Todos somos Barcelona, todos somos esa ciudad acogedora, hermana, solidaria. No existe diferencia alguna entre ellos y yo. Me reconozco en sus gentes y comparto su dolor como si fuese mío. T'estimo, Barna.
        
HOY QUIERO HABLAR DE TI

                                                                                                                           

(Dedicado a Xandra)
Hoy quiero hablar de ti,
mientras el tiempo aguarda tu llegada,
aunque no exista el tiempo
donde solo el amor te abriga en su regazo.

Mas yo puedo soñarte sin nombrarte siquiera,
tan solo con sentirte,
con inventar tu voz y tus suspiros,
con añadirte un rostro
dibujado al albor de la existencia,


Puedo abrazar tu imagen en mi mente,
aunque sigas gestándote en el claustro materno,
puedo acunarte dulce,
imaginar mil nanas que despierten tu oído.

Puedo, en fin, acercarte
hasta estos labios nuestros atestados de besos,
agradecerle al cielo su regalo,
y calmar la impaciencia de tenerte
soñando con un nombre
que entre todos los seres te distinga.