MADRE
Hoy quiero comentarte, madre,
algo que nunca me atreví a decirte:
que sé que mi presencia condicionó tu
vida,
que fui ignorante, madre,
desde el olvido al que siempre somete el
nacimiento.
Tú y yo pactamos, madre, no sé dónde ni
cuándo
un contrato sagrado.
Incluía mil trances y problemas,
que el tiempo sepultó con esferas opacas,
dejándonos a ambas perdidas y sin rumbo.
El tic tac de las horas acalló nuestro
fiat
y lo dejó enterrado en la secreta cripta
de la vida,
que transcurrió ofuscada, ambigua, temblorosa,
carente de sentido.
Ahora, día tras día, madre,
regreso y me aproximo de nuevo a tus
entrañas.
Es el proceso lógico para volver a ser
un corpúsculo ignoto,
perdido en el marasmo del magma
trascendente
que rige la imparable existencia.
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