Fragmento de "El Can Descabezado", incluido en CUENTOS DEL OTRO LADO
“La vejez ha llegado. Sé que el tiempo se acaba y aún la espero.”
“Ayer me pareció verla junto al pozo. En la noche. Pero la vista me
engaña tantas veces… Ernesto Montes deambula por el jardín algunas madrugadas. Me
hace señas amenazantes. A veces se pasa un dedo por el cuello, indicándome que
acabará conmigo como hizo con Cerbero. Pero ya no puede nada contra mí porque
hace tiempo que superé el miedo. Su pobre espectro sólo me inspira compasión.
Aún no logro comprender por qué le di la muerte. ¿Qué pasó por mi cabeza que me
convirtió en una bestia, en un ser similar a aquéllos a los que siempre había
odiado? A veces he pensado en salir al jardín y explicárselo a Montes. Pedirle
que me perdone, decirle que descanse, que es el rencor lo que le impide dejar
este mundo. Pero me temo que su imagen se desharía como el humo entre mis manos
si pretendiera abrazarlo. Como la de mi hijo. También a él le veo corretear alrededor
de la casa con Cerbero. Comparto ya los días que me quedan con mis fantasmas.”
“Y ella no llega.”
“Hoy me han despertado unos golpes en la puerta. No había amanecido
aún, pero mi corazón, tan cansado ya, ha saltado en mi pecho. He corrido a
abrir como si mis piernas volvieran a los años mozos.”
“¡Sí! ¡Era ella! Paréceme que al verla he vuelto a respirar. ¡Era ella!
El tiempo ni siquiera la ha rozado. ¿Cómo es eso posible? Su figura es la
misma, el verde de sus ojos el de entonces, igual que su piel tersa. Viste una
túnica blanca, me sonríe amorosa y me enseña una fotografía. Soy yo,
despeinado, todavía vigoroso, el día de nuestro encuentro.”
-“Guardé tu imagen – dice -. ¿Me
has olvidado?”
-“Imposible – respondo –. He vivido por ti todos estos años. Para volver
a verte.”
“Hacemos el amor todo el día. ¿Hacemos el amor? ¡Qué humildes, qué
imprecisas resultan las palabras! Hundirse en ella es sumergirse en el color
del cielo, en la música de las esferas, es un vagar ingrávido por los espacios
siderales. Y Moira me devuelve el vigor, la juventud, todo eso que creí
definitivamente perdido. Por la noche anoto estas sensaciones en el cuaderno.”
-“No escribas más – dice ella –. Vuelve a amarme.”
“Y yo lo dejo todo.”
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