LLAMA
ARDIENTE
El cedro y yo fuimos llama una vez.
Llama ardiente que hizo
hervir mi savia,
que coaguló su sangre
enamorada.
¿Cómo mezo mis ramas?
¿Cómo oscilan sus
brazos?
nos confunde,
desdibuja los límites
y funde en el invierno
sus heridas de nieve.
El estallido de miles de
cristales
anuncia su llegada y se levantan
las compuertas suaves
del
silencio.
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