EL
TESTIGO
Ella
sabe que hay dobles de su persona perdidos por ahí, que atraviesan distintos
momentos del espacio tiempo. Lo sabe porque se ha visto cubierta de harapos a
las puertas de palacios imperiales o trasladada en carrozas, ataviada como
princesa de algún cuento de Andersen. También se ha visto perdida por caminos
polvorientos o aplastada por cuadrigas romanas; como amante de pintores bohemios
o como impúber soldado en la Gran Guerra.
La que más le gustó fue la existencia en un cenobio
retirado de una monjita con cara de boba. En una vieja caja guardaba las
misivas de amor de algún muchacho que conoció lustros atrás en su pueblo. Las
releía cada noche en su pequeña celda tras rezar en la capilla las Completas. Y
después, ya dormida, en sus pestañas quedaba apresada alguna lágrima
indiscreta.
Hay otra existencia más reciente, que ve algunas veces.
En esa escribe un blog contando vaguedades. Pero siempre, siempre, viéndose
desde fuera. Ninguna de esas existencias parece ser real.
¿Será que solo es un testigo de sí misma?
¿Autobiográfico?
ResponderEliminarPues... en parte, sí.
ResponderEliminarQuerida Luz, tu texto me trajo el recuerdo de las "Vidas imaginarias" de Marcel Schwob; las palabras de Platón sobre otras vidas; la poesía de Borges inmersa en todas las cosas; la promesa de las religiones; la voz de Elizabeth Kübler Roos y Bert Hellinger; la Teoría de Cuerdas.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Precioso comentario. Gracias siempre, Pilar
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