PREGUNTAS
Tengo
que decir que en aquella época me encantaba Paul Anka, sin duda la estrella musical
más admirada en los guateques. Soñaba con tener su mejor disco, "Diana"
- él decía Daiana - pero sin tocadiscos, en casa no había dinero para
eso, era difícil poder escuchar la canción. Yo no sabía música y aún no me
explico cómo pude encontrar entre las siete notas simples de la escala de aquel juguete la
melodía que tanto me gustaba. Debió de ser un ejercicio de increíble paciencia
- virtud rara en mí - el buscar una y otra vez mi canción aporreando las teclas. Cuando lo conseguí, llegué a tocarla sin mirar, a toda
velocidad, y luego aquel instrumento absurdo quedó olvidado para siempre.
"Soy tan joven y tú tan vieja,
esto, querida, me han dicho.
No me importa lo que digan ellos,
porque siempre rezaré.
Tú y yo seremos libres
como los pájaros en los árboles
Ooh, por favor, quédate conmigo, Diana".
Esta
es la traducción de la letra, que entonces yo no entendía, ya que en el colegio se estudiaba francés. Ahora sé que sin duda es una oración. Nueve años después nació mi
hija. La adolescencia era algo olvidado y se había llevado consigo a Paul Anka, sus canciones, los guateques y en buena parte mi rebeldía. Pero no lo dudé, mi hija se llamó
Diana. Y ella siempre dijo de sí misma - no sé por qué - que era un alma vieja.
"Por
favor, quédate conmigo, Diana". En mi caso el deseo no se cumplió.
¿Me
traicionó el subconsciente recordando a mi admirado cantante de otros tiempos?
O más bien, ¿el tiempo secuencial, tal como lo percibimos nosotros, no existe y
es todo simultáneo?