OLVIDOS

El Consejero baja de su fastuoso deportivo. Exultante. Es un gran día, van a bautizar a su nieto. Saluda al cura, que lo espera cortés en la puerta de la iglesia, y luego al anciano. Dos besos al aire, que no a las mejillas. Después se aleja, dándonos la espalda. Nos olvida. Están llegando egregios invitados y debe saludarles. Sonrisa condescendiente, traje impecable, corbata de seda, hombros caídos y pelo de nieve. El viejo lo observa abstraído. Lo tuvo sentado en sus rodillas, le salpicó el traje con un vómito de leche y lo despertó a media noche con sus llantos infantiles. Qué precioso, parece un ángel, decían entonces las mujeres al verlo.
           -¿Quién es ese señor? – la voz quebrada del anciano, agotada por el tiempo.
            -Es tu hijo – le contesto mientras lo sujeto por el brazo.
            -Ah.
Sin asombro. Ya no lo conoce. La niebla de su mente ha sepultado para siempre sus recuerdos.


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