A NORA

Abrió de par en par las puertas de la vida
 hace apenas un año.
Y enjugó nuestras lágrimas antiguas
y sosegó inquietudes
y creció la esperanza,
y un concierto de besos
desperezó al futuro dormido en la cuna del cosmos.
Su rostro ya latía en el anhelo
de estrellas al exilio en la galaxia.
La promesa fue alba
y el sol se arrodilló nada más verla. 

El mundo se derrumba y ella avanza. 
La miseria se extiende 
y en sus pupilas se adivina el cielo.

Los malvados maquinan crueldades 
y el amor se derrama en su sonrisa. 
Hay naufragios sin cuenta 
y su barca aletea en cúspides de espuma. 

La existencia es la suma de fuerzas contrapuestas,
pero a veces la luz refulge tanto 
que las sombras escapan.



OTRA VIDA 



¿Habrá una nueva vida
 donde ajustar las cuentas al destino?
¿El amor que te tuve
despertará otra vez al conocerte?
¿Volverá aquel temblor
 que multiplica un roce involuntario,
y llega hasta el confín del universo,
dejando al alma herida de nostalgia?
Son preguntas que me hago,
 desnuda y sin relojes,
ya sin prisa y sin pausa,
sin tan siquiera estrellas que iluminen
 las cada vez más largas madrugadas.
La vida ha modelado con cincel riguroso
los perfiles de tu rostro y el mío,
quizá por eso ahora podemos,
hombro a hombro, cruzarnos por la calle
y sentirnos ajenos.
Así, desde el principio, transitamos los siglos.
Lo afirmo sin temor a equivocarme
porque verte es siempre un recordarte
y alguien me habla de ti como si fueras mío
cuando nunca lo has sido.
Y al alejarte, amigo, en cualquier existencia,
mis lágrimas mantienen
 el gusto de otras lágrimas antiguas.


EL MIEDO

Las puertas del armario como boca insaciable,
como amenaza gris,
como agujero oscuro que todo se lo traga,
me miraban inmóviles dispuestas a engullirme.
Yo cerraba los ojos aterrada,
la infancia tiene miedo de la ausencia de luz
y el mutismo forzado de los otros.

Luego, ya florecida y entregados mis frutos,
tuve miedo por ellos,
por que no vieran nunca los fantasmas
que a mí me persiguieron y acecharon,
y por que sus heridas fueran leves rasguños
que yo pudiera restañar con besos.

Hoy todos los caminos que quedan a mi espalda
me parecen cubiertos de ceniza.
Y al fondo el arrecife, desafiando el vértigo,
huyendo del aplauso y de la expectativa,
me llama desde el rojo del otoño.
Despacio, poco a poco, avanzo vacilante,
lo mismo que avanzaba
cuando intentaba mis primeros pasos.
Porque nadie te enseña a andar derecho,
porque cada caída te parece única,
aunque siempre tropieces con el mismo percance.

Pero el miedo ya es ave fugitiva
directa a un universo que acaba de crear el demiurgo.
Y he abierto los armarios,
comprobando tranquila que todo su secreto consistía
en ocultar la vida que esperaba colgada de sus perchas.



PALESTINA

Hoy se ha parado el mundo y me ha dejado
al borde del abismo.
Torrenteras de lágrimas
han ido conformando lagos llenos de sal
que desecan y arruinan las cosechas.
Hoy he visto a las víctimas de entonces
mudadas en verdugos que golpean sin tino,
mas los niños de ayer igual que los de ahora
son las promesas rotas de un mundo detenido
en un vil holocausto.
Hoy he visto la tierra inundada de sangre
y el hombre que no es hombre, sino fiera,
acarreando cadáveres sin hallar tierra que los oculte.
¿Qué producto letal ofusca las conciencias?
¿Qué tenebrosa máscara enclaustra las pupilas?
¿Qué amordaza los labios?
¿Quién silencia protestas?
¿Dónde quedó la paz, dónde el decoro?

Estamos en el siglo veintiuno,
y el cromañón abyecto continúa sumido en la caverna.



QUÉ RENTABLE ES EL MIEDO

Qué rentable es el miedo.

Oleadas de pánico recorren las esquinas,
taponan las fronteras y las encrucijadas.
Cunde el desasosiego en las notas de prensa.
Qué rentable es el miedo,
piensan en los despachos
formidables prohombres con las sienes de plata.
Al imparable ritmo de los teletipos
se vomitan desastres, amenazas,
presagios de estrecheces y carencias
e injusticias servidas sin decoro en cada desayuno.
Los obispos claman desde sus púlpitos,
exorcizan, pregonan anatemas.
Luego pasan la cesta que guarda las limosnas
y libra de las llamas del infierno.
¡Es pecado pensar!, dicen de nuevo
en una borrachera de rigidez servida
como postre de opíparos banquetes.
Y pasean sus vírgenes de cartón coloreado
y golpean tambores pregonando: Muera la inteligencia.
Y nos auguran cárceles eternas,
poniendo a un Lucifer bien trajeado
como portero de un infierno repleto de facturas.

No dejéis que os asusten,
no los alimentéis con vuestro miedo.
Alzad el rostro al viento y proclamad a gritos:
¡No hay miedo que me venza
ni monstruos inventados que me arrollen!
¡El pensamiento es libre y nuestras mentes
son claras e indomables!





ES EL MOMENTO



No fuerces el comprender.
Se comprende en un suspiro
o no se entiende jamás.
No crecen alas al gato
por mucho que mire el cielo,
ni un tigre come verduras
cuando hay caza de venados.
No te plantees cantar
si eres un asno y rebuznas,
y no quieras olvidar
cuando hasta el tacto recuerda.
Avanza con paso firme,
aparta cualquier obstáculo,
no soportes más patadas,
engaños ni extravagancias.
¡Yérguete!
¡Alza tu mirada al frente!
Ya es hora, no queda tiempo.
Demuestra tu dignidad
aunque los demás se escondan.

EMPEZABA FEBRERO


Empezaba febrero,
traducía La guerra de las Galias
 y el sol me recorría los deberes.
¡Julio César, qué pelma, ganando mil batallas!

Empezaba febrero,
y el invierno expiraba en mis ventanas,
barrido por mil pájaros en vuelo
con el cielo latiendo en su mirada.

Empezaba febrero,
la vida en el cristal se reflejaba,
amplius horis quizás es ablativo.
¿A quién le importa el César y su espada?

Empezaba febrero
y al mundo los colores regresaban.



SILENCIOS


Me cerraban los ojos con puñales de miedo
y obstruían mi mente con sentencias.
La verdad era única
y no había preguntas,
si acaso impertinencias que nadie contestaba
y un montón de silencios.
En los patios silencio,
silencios en las filas,
silencio en la capilla
y en la siestas del hombre de la casa
un silencio de muerte recorría el pasillo.
Y si había algún grito,
o incluso una blasfemia se escapaba
 de unos labios coléricos,
venía de algún mundo ignoto y apartado,
y confeso y convicto anticipadamente.
Hoy he vuelto a mirarme en aquellos espejos,
descorriendo unas telas grises y polvorientas,
y solo he visto muertos asombrados
de sus propios silencios.

SI SUPIERAS



Si supieras, querida, si supieras
las cosas que han pasado desde entonces.
El vértigo del tiempo alternó despedidas,
emblanqueció las sienes
y llenó de rasguños los rincones del alma.
Hubo besos sin labios
y estrechamos el aire
imaginando cuerpos impalpables.
Y reímos sin ruido,
y lloramos sin lágrimas.
Recorrimos caminos sin movernos del sitio,
y entonces regresamos.
Pero tú ya no estabas.
Y cuando al fin, cansados,
dejamos de esperar lo inalcanzable,
la inocencia volvió para quedarse.
Y tornaron tus ojos a mirarnos
con un brillo de estreno en otra vida,
una vida pequeña, apenas esbozada,
que se vertía como una torrentera,
y enjugaba en nuestra alma la añoranza.
A NORA

Cuando llega la Vida
y compite en colores con la aurora
y despierta pasiones
y forma remolinos en el aire
como el ave que celebra el día,
la poesía calla por inútil
y los malos se ocultan en la sombra
para no despertarla,
para no oscurecer su pecho de cristal.

Y ella, llena de gracia,
ignora todavía que ha llegado,
envuelta entre las plumas de universos felices,
de esos mundos sin tiempo que no inquietan,
que no esperan ni añoran ni deploran,
que viven un presente sin peligros.

Cuando llega la Vida
el sol se pone sus mejores galas
y da la bienvenida a la pequeña Nora.


OTROS TIEMPOS



Vivo en tiempos oscuros
tallados por el hombre en el asfalto.
Tiempos negros de cólera
que cierran cualquier vía de salida.
La madrugada ya no anuncia el alba
y un mirlo tembloroso ha enmudecido.
Es tan intenso el odio, tan vehemente,
que ha trasladado el curso de los ríos,
ha secado las fuentes y ha acallado
las risas de los niños.

Mas hay quien desvanece las tormentas,
quien derriba murallas,
hay quien pinta sonrisas en la luna,
hay quien pide la paz y la palabra.
Es otra circunstancia,
otro posible cuántico aún no revelado,
que llama a las conciencias
y golpea el umbral del intelecto.

Déjalo entrar, alfombra su regreso,
quita los diques y da la bienvenida
al manantial fraterno de una naturaleza solidaria.





IDENTIDAD

Yo sé que muy adentro,
en ese centro oscuro de mí misma,
está esa identidad que se me escapa
como agua entre los dedos de la mano.

Lo sé porque aquel día,
en medio de un suspiro de nostalgia,
llegó de luz, vestido fulgurante,
el añorado hogar que me esperaba.

Y lo perdí lo mismo que se pierde
la infancia en una vuelta del camino.
Y me dejó temblando, extraviada,
como ese gorrión empapado de lluvia,
que no halla nido donde refugiarse.

Camino con el sol hacia mi zenit,
y me pierdo mil veces y regreso
y disfrazo mi busca de entusiasmo.
Ojalá en las mil vueltas y revueltas
vuelva a acertar con la verdad que escapa.




       
TOTS SOM BARCELONA


(Con Paco Morán en "El Cochino egoísta", estrenada en el Teatro Barcelona)


       En las décadas de los setenta y ochenta, la Plaza de Cataluña, las Ramblas, Vía Layetana o el Barrio Gótico fueron mi otra casa, mi otra ciudad. Allí estaban mis tiendas: la panadería donde iba con mi niña de apenas dos años, la tienda de chuches, el pequeño apartamento que ocupábamos en la Gran Vía o en los Apartcolón, cerca de la catedral.

       Cada función estrenada en Madrid se llevaba después de unos meses a Barcelona y allí iba yo a encontrarme con amigos de toda la vida, que me buscaban el alojamiento que ocuparía mientras actuaba en el teatro Barcelona, ya desaparecido, en el Grec, o en el Poliorama en las Ramblas. Los trágicos acontecimientos del jueves me han golpeado como si siguiera siendo vecina de esa ciudad que es de todos.  

       Recuerdo aquella época como una sucesión de momentos felices. Nunca me sentí ajena a sus calles, a sus gentes, a su idioma. Los domingos íbamos al puerto a tomar unas tapas de mejillones en salsa que me encantaban, o a la Plaza de Cataluña para ver cómo bailaban la sardana. Barcelona era esa ciudad abierta y libertaria, donde se notaba menos la dictadura, aún en época franquista.  
        Mientras hacía "No más sexo por favor, que somos ingleses" en el teatro Poliorama, estuve dirigida por José María Loperena y rodeada de compañeros catalanes. Gabriel Agustí era mi pareja en la ficción. Los únicos "madrileños" éramos Erasmo Pascual y yo. A veces Lope, que era como llamábamos cariñosamente al director, nos daba las indicaciones escénicas en catalán. Lo que no entendíamos lo repetía en castellano sin ningún conflicto, entre risas. No comprendo ahora el disgusto que muchos se han llevado porque Puigdemont o Colau hayan hablado en su lengua en un momento tan terrible.

        Todos somos Barcelona, todos somos esa ciudad acogedora, hermana, solidaria. No existe diferencia alguna entre ellos y yo. Me reconozco en sus gentes y comparto su dolor como si fuese mío. T'estimo, Barna.