BESOS

Se amaron y se odiaron en su justa medida.
Copularon, riñeron y buscaron sus bocas
hasta agotar caricias,
que no siempre suponen la delicia que cuentan.

Porque un día sus besos se tornaron apáticos,
distraídos, forzados, como de compromiso,
de simple despedida,
o igual que una bufanda mojada por la escarcha.

Y un día de difuntos coincidieron
con un ramo de flores en el cementerio.
"Aquí yace un amor entumecido
por ósculos de hielo".
Y los dos se miraron.
Y no se conocieron.
Pero sus bocas díscolas, rebeldes,
parodiaron el gesto de unos besos. 
NO SÉ POR QUÉ HE VENIDO


Me hicieron en el frío,
quiero pensar que con la luna llena,
al aire libre, encima de la tierra.
Me hicieron sin cuidado,
apasionadamente,
con todas las carencias y la prisa,
con cargos de conciencia y sin cargas fiscales,
en silencio, en lo oscuro,
descubriendo el placer de lo prohibido,
como un beso robado.

Me hicieron sin querer,
inadvertidamente,
y se plegaron tristes a mi advenimiento.
Y yo arrasé las normas,
descubrí los secretos,
traicioné las promesas
y derribé las costumbres impuestas.

No llegué en buen momento,
fui más bien un tropiezo inesperado,
la china en el zapato en un paseo,
un apagón de luz en una fiesta.

Tengo que averiguar por qué he venido,
 ya que aún no comprendo qué urgencia me movió
para comparecer en este mundo errático.




María José Collado me ha honrado con este premio y contesto a sus preguntas con mi más profundo agradecimiento. Soy muy torpe para esto. Espero hacerlo bien.







1¿Qué personas te alentaron a escribir o influyeron en ello?
Llevo escribiendo desde que era pequeña. Cuentos, novelas o mis propios pensamientos. En mi familia nadie se dedicaba a nada parecido, así que no sé quién pudo animarme.
2¿Por qué abriste un blog?
Comencé a escribir poesía, que nunca lo había hecho, y me pareció un buen medio. Ahora estoy a punto de publicar mi primer poemario.
3¿Te identificas con algún personaje de ficción? 
Cuando era jovencita me encantaba el personaje de Jo de Mujercitas (Louise May Alcott) jajaja, ahora no sabría contestar esa pregunta.
4 Tus escritores favoritos. 
Ahora mismo me encanta Murakami, Cortázar, Galeano, Paul Auster, pero mis gustos cambian. Tienen que ver con el momento que vivo.
5 Libros preferidos
"El péndulo de Foucault" de Umberto Eco, "Un mundo feliz" de Huxley, "1Q84" de Murakami. Son tantos...
6¿Escribes con asiduidad?
Prácticamente a diario.
7¿Has asistido a talleres literarios?
No, nunca.
8¿Cuándo comenzaste a escribir?
Lo he contestado en la primera pregunta. Creo que comencé a escribir al tiempo que comenzaba a leer y en realidad a vivir. Como profesional, escribí mi primera novela para la radio a los 20 años.
9¿Con qué género te identificas más?
Me gusta el realismo mágico en la novela y también el ensayo. Pero sobre todo la poesía .
10¿Tienes alguna recomendación que hacerle a quien comienza a  escribir?
Que no piense en agradar al lector ni en seguir las modas. Ha habido épocas en que todos escribían sobre templarios, otras en que se recreaban ficciones históricas. Lo mejor es ser uno mismo y dejar que sea el corazón quien te dicte la historia.
11¿Algún libro que hayas releído?
Los hermanos Karamazov, La Iliada, algunas partes de El Quijote... Suelo releer los libros que me han impresionado.


LO IMPOSIBLE


Conseguir lo imposible
es detener el curso de las nubes,
olvidar aquellos ojos húmedos,
taladrantes, lejanos,
en un patio tranquilo de la Alhambra,
y a la meiga de Coiro diciendo “tú ya sabes”
sin dejar de mirarme.

Conseguir lo imposible es salir al jardín
para verte de nuevo abrazada a tu encina,
escuchar otra vez la risa incontenible de la abuela,
callejear con pasos diminutos el camino más largo
o salmodiar a dúo con mi madre la tabla del ocho.

Conseguir lo imposible es crear nuevos mundos
donde no haya un esclavo
y donde los caínes escojan por su cuenta
el exilio a la luna como hogar permanente.
Volver a acurrucarme arropada en tus brazos,
borrar los adjetivos que promuevan el odio
y fundir en las fraguas el metal de las armas.

Conseguir lo imposible es trasladar montañas
como ensayo de mi omnipotencia,
ignorar las barreras y los miedos,
que yo misma he creado protegiéndome
y cambiar el incapaz vocablo
por un POSIBLE duradero.
Estable.


LA NOCHE


He hablado con la noche y me ha contado
que no aguanta las sombras.
Se ha vestido de luna pues es muy reservada
y supone una fiesta para ella
el hacer confidencias.

Me ha dicho que la luz la sobrevive
aunque ella no la vea
y que en el plenilunio borra la oscuridad
en que se encuentra inmersa.

Se ha colado en los sueños de durmientes.
Muchos son pesadillas presididas
por cristos torturados desde sus crucifijos.
Arropa a las hetairas con pálidos neones
y reparte cartones
para hoteles de infinitas estrellas.

Dice que también charla con borrachos
y con desesperados que se asoman
a pretiles sin fondo.
Enjuga alguna lágrima tan negra como asfalto
y premia con orgasmos y con llantos de niños
a parejas insomnes que aguardan la mañana.

Y esta última palabra ejecuta la magia
y la luz desvanece a la noche perpleja.
Mientras huye al oeste me grita con voz ronca
que la espere, que vuelve,
que sólo en la negrura más profunda
valora el invidente la claridad ansiada.




EQUILIBRIOS

En el corto camino,

que la lleva al colegio,
no puede pisar raya.
O debe caminar por el bordillo,
como un funambulista
por la cuerda del circo.
Sin red.
Sin protección.
En precoz desafío ante el peligro. 



Y todo es percibido como un juego.
Un juego de rayuela en el abismo.
Aventurado, ignoto.
Reiterada parodia de la vida.

NUESTRO TREN

EN MI RECUERDO


Seguramente me he quedado dormida. Siempre me pasa en el tren cuando voy a trabajar. Me levanto tan pronto… A veces, al llegar a mi parada, me despierta ese chico tan mono que se sienta frente a mí y que me sonríe de vez en cuando. Creo que le gusto. La verdad es que parece que quiere hablarme. Algunos días me dice “hola”, a lo que yo contesto con un movimiento de cabeza porque me da vergüenza mi acento, que se dé cuenta de que no soy de aquí. Además, ¿qué podría hablar con él, si apenas entiendo el español? Lleva siempre una carpeta y entre mirada y mirada hacia donde yo estoy consulta sus apuntes. Debe de ser estudiante. Otro impedimento. Aunque yo estuviese estudiando allá, en Rumania, ahora sólo voy a limpiar por las casas.
Soy una idiota. Me hago ilusiones con un muchacho que me ha saludado en un par de ocasiones. Pero es que me siento tan sola. El otro día les escribí a mis padres diciendo que quiero volver. Me está resultando más duro de lo que creí en un principio.
He perdido el hilo de mis pensamientos. Debí de quedarme dormida, sí, y aún estoy soñando. Estoy metida en una pesadilla porque me siento en medio de una guerra. Ha habido una tremenda explosión y todo el mundo grita. Hay gente destrozada, partida por la mitad a mi alrededor. Y él... Él está en su asiento de siempre, con la carpeta abierta sobre las piernas. Las hojas de los apuntes han volado por todas partes. Tiene sangre en la cabeza, ¡qué horror! Pero no parece preocupado por eso, sino por mí. Me mira, me mira con una extraña expresión... ¿de miedo?
No me gusta este sueño. Porque tiene que ser un sueño.
Junto a mí hay un hombre con las piernas seccionadas a la altura de las rodillas. Tiene los ojos cerrados, pero está vivo porque respira fatigosamente. ¡Dios mío, sácame de aquí!
El chico mono se ha levantado y se acerca a mí intentando no pisar los restos de cuerpos que hay esparcidos por todas partes. Me hace una caricia en la cara. ¿Es una declaración? ¿Qué debo hacer, qué debo decirle? El momento es demasiado horrible para que me haga confidencias. Aunque sea un sueño, es demasiado horrible. Pero le sonrío, y entonces me doy cuenta. Está llorando. Las lágrimas forman surcos en su rostro ensangrentado.
¿No podrían parar esos gritos? Me producen escalofríos.
Han empezado a oírse sirenas de ambulancias o de policía. Me parecía que alguien había encendido la luz, pero, no. Al levantar la cabeza compruebo que no hay techo.
El cielo es luminoso allá arriba, quizá porque él se ha arrodillado frente a mí y apoya la cabeza en mis rodillas. Yo le dejo hacer con mi mano entre las suyas. Me gustaría que su expresión fuese distinta, menos triste, y que no llorase, porque ahora llora como un niño y los sollozos estremecen sus hombros.
¿Por qué sólo llora? ¿Por qué no me habla? Su actitud resulta inquietante.
¿Qué importa que no sepa su idioma? Puedo aprenderlo. Mi estancia en este país será menos dura con él a mi lado. Y estoy segura de que a alguien tan tierno como él, no le importará que me gane la vida limpiando casas.
Aunque quizá estaba equivocada y esto no es un sueño, porque de pronto lo veo todo desde el techo del tren. Todo. También a mí misma. Estoy al lado del hombre que se ha quedado sin piernas, en medio del horror, con ese muchacho tan dulce que llora desconsoladamente y me coge las manos.
Que coge las manos de ese cuerpo que fue mío y que ahora está ahí, igual que los otros, inerte.
No sé lo que ha pasado, pero ya no importa.
La locura, la muerte, la pesadilla se precipitó sobre nuestro tren.
Ahora ya nunca podré decirle cuánto me gustaba.
Y ahora ya nunca volveré a Rumanía.