LÚCIDO KRISHNAMURTI


       


        ¿Pueden observar durante el día todo el movimiento de sus actividades, pensamientos y sentimientos, sin interpretar; simplemente observarlo? Entonces verán que los sueños poco significan, apenas si soñarán alguna vez. Si durante el día están despiertos, no semidormidos, si no están presos en sus creencias, en sus prejuicios, en sus absurdas y pequeñas vanidades, en su orgullo, en sus insignificantes conocimientos, sino que simplemente observan todo el movimiento de la mente consciente e inconsciente en acción, verán que no solo se terminan los sueños, sino también que el pensamiento comienza a aquietarse, que ya no busca ni alimenta el placer y tampoco evita el temor.


JORGE LUIS BORGES


El porvenir es tan irrevocable

como el rígido ayer. No hay una cosa

que no sea una letra silenciosa

de la eterna escritura indescifrable

cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja

de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida

es la senda futura y recorrida.

El rigor ha tejido la madeja.

No te arredres. La ergástula es oscura,

la firme trama es de incesante hierro,

pero en algún recodo de tu encierro

puede haber una luz, una hendidura.

El camino es fatal como la flecha.

Pero en las grietas está Dios, que acecha.

LA OTRA NOCHE





La otra noche, a traición, me abordó la añoranza
y casi de puntillas me llevó a la niñez,
que no es tiempo dorado según dicen algunos. 
Los momentos de angustia y de oscuros temores
se alternan en el piélago de confusos deseos
e indeseadas visitas sin más presentaciones. 

Y volví a recorrer el camino más largo, 
constante inveterada de toda mi existencia, 
para intentar librarme del castigo, 
de ese cruel palmetazo en las manos desnudas.

Y escribí en la pizarra con renglones torcidos, 
respirando un olor a rancio escupitajo. 
Y me ordenó una voz: de cara a la pared. 
Y divulgué en el aire salmodias enigmáticas.
Y volví a enamorarme. 
Y lloré sus desdenes envuelta en soledades.

Pero allá, entre las sombras, lo descubrí de nuevo. 
Amigo inalterable, acurrucado en mi alma. 
Mi animus junguiano. Mi hermano. 
Mi alter ego.


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ



           ... el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.




            HE MIRADO CON OTROS OJOS

            Según la física cuántica, el espectador modifica lo observado. Lo leí hace tiempo y pensé que cabía la posibilidad de que estuviera mirando todo lo que me rodea a través de un espejo deformante, como esos que hay en las verbenas. Quizá saliendo de mi cuerpo podía intentar verme a mí misma incluida en lo observado. Me vería como una simple máquina, así lo creen los materialistas, o como un ser de luz, si tienen razón los que creen en la trascendencia de todo ser vivo. Empecé a obsesionarme con librarme por breves momentos de esta humana carcasa y hoy, nada más levantarme, he decidido experimentarlo cuanto antes.
             He buscado un lugar apartado, en medio de la naturaleza. No sabía qué problemas podía encontrar en medio del tráfico, por ejemplo. Estando fuera, ¿cómo controlas tu cuerpo? Él podía irse por ahí sin atender a razones y cruzar con los discos en rojo. Y a ver cómo vuelves a ocupar un cuerpo al que ha hecho puré un camión de reparto, pongo por caso. Tampoco debía haber gente ni tiendas. La carne es débil y se puede lanzar a los brazos del primer cachas que encuentre o entrar en una pastelería y atiborrarse de dulces sin pagar un céntimo. He escogido un altozano cercano a mi casa, que suele estar desierto. Allá abajo se ve la carretera y un poco más lejos las montañas cubiertas de nieve. Me he sentado en una peña, he cerrado los ojos y he intentado dejar la mente en blanco. El procedimiento - así me han asegurado los expertos - es incluirte en lo que observas, dar un pequeño paso atrás, y es lo que he hecho. No tenía mucha esperanza en conseguirlo, de entrada lo de dejar la mente en blanco me costó bastante. Comencé recordando lo feo que era mi tío Manolo, luego que había dejado la cama sin hacer, el canto de un pájaro cercano me impulsaba a abrir los ojos, me picaba la nariz, tenía frío, ¿habría alguien por allí intentando el mismo experimento?
           De pronto, sin darme cuenta, me encontré a unos pasos de mí misma. Aunque debo aclarar que esa "mí misma" era una silueta transparente, a través de la cual se veía el horizonte. Una playa luminosa había reemplazado a la carretera, habían desaparecido paneles publicitarios y postes eléctricos, y la paz lo invadía todo. En este universo recién descubierto no había sitio para el euro, primas de riesgo, banqueros o políticos corruptos.
            "Se está bien aquí. ¿verdad?", dijo una voz, o más bien resonó su eco entre nubes blancas que se entrelazaban dibujando imágenes y nombres queridos, sepultados en lo más profundo del subconsciente. La voz tenía un matiz infantil y comprendí que aquella pregunta también formaba parte de mi mente, de la niña que permanecía escondida en mi interior.
         Y en un presente sin tiempo he habitado en otro universo. Me he olvidado de mí, de toda la carga creada a lo largo de los años.
            Y he mirado con otros ojos. Y he vuelto a nacer.   



             ¿QUIÉN SOY YO?
                       
                        Soy un superviviente de mí mismo.
                        El mí mismo ya ha muerto
                        o no ha nacido.
                        Me protege del frío
                        el gastado sudario de mi cuerpo.

                        Yo soy todas las cosas
                        y ninguna.
                        Soy todos los sonidos
                        y el silencio.
                        Soy una campanada
                        en el vacío,
                        el sueño de una mente
                        enamorada.

                        ¿Que quién soy yo?,  preguntas.
                        No soy nada.




ÁNGEL GONZÁLEZ

Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente, los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira
- adormecido el viento,
la luz alta -
o ve su propio rostro
o - transparencia pura, hondo
fracaso - no ve nada.