Secreta visitante, oculta entre las alas de la noche,
las saetas doradas se colocan y
anuncian tu llegada.
No
conozco tu rostro y ya es eterno,
no he
oído tu voz y entona el más armónico aleluya,
tu
sonrisa es un arco de delicias
y tus
brazos abarcan todo el orbe desde un lecho de plata.
Tu aroma
de inocencia inunda los rincones del abuso
y las
torres repletas de cálculos mohosos
se
deshacen por las alcantarillas polvorientas.
Los
negros ascensores,
que
descienden veloces al fondo del averno,
sepultan a las sierpes y parásitos bípedos.
Depósitos
de odio explotan en burbujas
y
circulan por la fraterna senda del cariño
que borra
de impurezas los confines del tiempo.
Va
saliendo la aurora que anuncia un nuevo día.
Yo sé que Ellas te guardan.