TE QUIERO MUCHO
(a mi madre)




Ábrete Sésamo, gritaron tus células
y salieron de ti nuevas vidas,
abriéndote en canal de parte a parte.
Y ya sin voz dijiste te quiero mucho, hija,
y tu voz discurrió por las aguas del tiempo.
Suspendida.
Por siempre.
Como una prohibida confesión de amor
por lo que convenimos en lo antiguo,
por un pacto de paz
o el último estertor del moribundo.

Susurraste sin voz te quiero mucho
y fue el revoloteo de una falda de baile,
fue un pañuelo secando las lágrimas de un niño,
una flor de jazmín cegando los fusiles,
fue una gota de leche en mis labios lactantes,
un cordón que ligó la suerte de dos vidas.
La tuya con la mía.
Inseparables, madre.




LA ETERNIDAD


Cuando la eternidad se vuelca en un instante
mana el perdón desde los manantiales
y vuelan por el aire sonrisas infantiles.

Cuando la eternidad se vuelca en un instante
los almendros palidecen de envidia,
la lluvia de verano suena a Tocata y Fuga
y vuelve a florecer el rosal moribundo.

Cuando la eternidad se vuelca en un instante
la luz llena tus ojos de pureza
y el silencio de la nieve te envuelve.

Cuando la eternidad se vuelca en un instante
se abren de par en par las puertas de tu casa,
salen a recibirte los arcángeles

y te ciñen los brazos de tu amante.

VERSÍCULOS DEL GÉNESIS

(José Manuel Caballero Bonald)




Por las ventanas, por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.

Entra la noche como un trueno
por las rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozos,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.

Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos,
y en la blancura de las páginas
entra también la noche.

Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.

Entra la noche como un grito
entre el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre sus últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.

(De "Las adivinaciones", 1952)
RENACIMIENTO


Todo está consumado, resonó en el espacio,
y como a vuelapluma en un último instante
intentó transcribir un pasado olvidado.
Y así sencillamente, paso a paso,
fue inventando su vida de recuerdo en recuerdo.

Recordó que había amado
y que en algún momento no fingió la alegría.
Borró su cobardía y su pereza,
maldijo como entonces las ausencias,
culpó a la mala suerte un sin fin de tropiezos
y al desamor de aquél su desengaño.

Se dispuso a marchar
sin deudas que saldar ni expresas despedidas.
Se fue calladamente, sin miedo o sobresalto,
ansiando descubrir qué había al otro lado.
Y como un neonato, con los ojos abiertos,

supo que era preciso comenzar otra vez.

Desde el principio.